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Brigantium

De PECHOS.

De PECHOS.

A la chita callando, abnegados filántropos van ampliando el horizonte de la ciencia y contribuyendo a la felicidad de sus congéneres. Nos hemos enterado con el correspondiente gozo del invento y comercialización de un artilugio, mediante el cual toda mujer, independientemente de su estado natural y sin necesidad de recurrir a la cirugía ni a rellenos caseros, podrá exhibir unos senos tan golosos y ubérrimos como le dé la gana. Comparamos este avance, no por sencillo menos importante, a la llegada del hombre a la Luna. Y en perfecta sintonía con unos tiempos en que ellas avanzan imparables.

Se trata al parecer de sendas bolsas incorporadas al sostén, las cuales, dependiendo de las circunstancias, se llenarían de aire a discreción. “Hoy me siento un tanto alicaída”, se diría por ejemplo la dama. “¡Me las voy a inflar como balones!” Y allá saldría por la calle, como un ejército en victoria. O a la inversa: “Tengo que acudir a la novena. Las rebajaré al mínimo”.

El hallazgo, empero, no carece de riesgos. Un partenaire masculino, llevado de entusiasmo, podría provocar el estallido de la prótesis. Si ello sucede en casa, no hay problema. Pero ¿y si acontece en una cafetería abarrotada? ¿Qué explicación habría de ofrecerse al camarero y a los otros parroquianos? ¿No sufriría considerable apuro la fémina? Aunque es de suponer que, antes de ponerse el producto a la venta, se hayan efectuado las pruebas de resistencia correspondientes: a la presión, al fuego, a los pinchazos y a la mera degradación por uso o por abuso.

Porque el fabricante no puede aventurarse a una avalancha de demandas legales por mal funcionamiento, habida cuenta de que un accidente –el que sea– arruinaría el principio optimista de imagen que es la base del negocio. De nada servirían excusas: -¿Cómo permitió usted que se le aproximara tan fogoso su Mariano?-  preguntaría displicente en ventanilla el empleado de la sección de reclamaciones.


-No era mi Mariano...
-Quien fuera.
-Pensé que la garantía cubría cualquier tipo de rotura.
El encargado de recibir las quejas lanzaría un bufido.
-Nuestros técnicos han examinado el material. Sólo explican lo ocurrido
por saña no imputable a un defecto de origen.

Ella se levantaría entonces.
-Iré a ver a mi abogado.


El empleado daría a toda prisa la vuelta al mostrador. -¡Un momento, señora! Podemos arreglarlo. ¿Qué le parece si le suministramos, con carácter vitalicio...?


Como resulta obvio, el par de artificiales tetas será de fiar.


Por semejante razón, y porque viene a colmar con espíritu moderno una necesidad que se remonta miles de años atrás, como prueban las impresionantes estatuillas de venus prehistóricas y buena parte de la pintura y estatuaria universales, confiamos en la viabilidad y arraigo de este nuevo elemento del progreso, que por una vez (alguna tenía que ser) les ha favorecido a ellas.

@torres.

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