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LOS GOLIARDOS.

LOS GOLIARDOS.

Por estas cosas que pasan, nadie sabe muy bien por qué, ha resucitado últimamente el interés por la Poesía Goliardesca. Y ya es resucitar, porque fuera de círculos muy especializados era difícil, hasta hace poco, encontrar a alguien que tuviera idea de por donde iban los tiros. Aunque sin saberlo la inmensa mayoría, generaciones de universitarios, han homenajeado, año tras año, a los Goliardos.


Debemos situarnos en plena Edad Media. Siglos XII y XIII. Una época tan apasionante como mal conocida. En Europa se estaba produciendo un cambio en las estructuras sociales que, a la larga, desembocará en el Renacimiento y después en el Mundo Moderno. Los Reyes intentaban recuperar el poder político y económico, en manos de la nobleza feudal, otorgando privilegios y cartas de libertad a las ciudades y promocionándolas en lo social. Y aliados con ellos, los obispos, que lo eran de dichas ciudades, disputaban el mismo poder, más el espiritual, a las ordenes religiosas ( léase benedictinos y sus ramas: cluniacenses, cistercienses, etc.) que ostentaban desde la caída del Imperio Romano la exclusiva de lo religioso y, más importante aún, de lo intelectual.


Nace una nueva institución cultural de carácter secular: la Universidad, réplica de las ciudades a los monasterios, sus monjes y sus bibliotecas. Y, naturalmente, se enfrenta, desde ya, a los monjes y a los monasterios. Y, naturalmente también, se enfrenta no sólo discutiéndole la exclusiva de la enseñanza, sino de la misma doctrina. En el concilio de Sens (1140) uno de los nombres míticos de las universidades, Abelardo, topa con San Bernardo, Abad de Claraval y éste, que de tonto no tenía un pelo y se dio cuenta de por donde soplaban los vientos, acusó al maestro Abelardo de ser un " Goliat", que para los tiempos era la personificación de Satanás. Cierto es que a efectos canónigos Abelardo salió mal parado del Concilio - se anatematizaron varias de sus propuestas- pero a efectos de prestigio intelectual muy reforzado.


Y por aquella misma época, en la que las estructuras sociales se resquebrajaban pero, al tiempo, subsistían los antiguos y rígidos esquemas, pululaban por los caminos de Europa una serie de personajes, estudiantes muchos de ellos que iban de ciudad en ciudad para oír las lecciones que dictaba éste o aquel maestro, cuyo principal objetivo era la libertad. La mayoría de ellos ingresaban en la Iglesia pero no por motivos vocacionales, sino como pasaporte a la libertad. El solo hecho de recibir las ordenes menores, libraba al aspirante a cura, de las dependencias señoriales, abaciales o de los consejos municipales. Así que recibían la tonsura y quedaban libres. Libres de impuestos seculares, obligaciones con señores seculares y eclesiásticos, libres del servicio militar de la época, libres de tribunales civiles, etc.


Buscando a los maestros, recorrían los países de tarberna en taberna. Bebían, amaban, robaban, jugaban, ociaban, gozaban de la vida y dinamitaban todo el orden intelectual establecido: obispos, primados, monjes, canónigos, y el mismo Papa fueron objeto de sus chanzas y burlas y su vehículo la poesía. Una nueva poesía, un tipo de poesía que se apartaba radicalmente de la, hasta el momento, compuesta en los monasterios. Una poesía viva, popular, que cantaban, como los juglares, acompañándose de música y, eso sí, en latín; claro que no en el latín de los monasterios, sino en un latín muy influenciado por las nuevas lenguas que, poco tiempo antes, se implantaron en las diversas regiones de una Europa que aún formaba un todo.


No está muy claro él por que de la denominación de Goliardos. Puede ser porque los consideraban demonios por su forma de vida y su esencial irrespetuosidad ( Goliat); o porque se les consideraba unos comilones, que se pasaban la vida en tabernas bebiendo y comiendo: en francés " geule" significa esto: aficionado y buen comedor, de buenas tragaderas. De ahí guliarts que se latiniza en goliardos. Que, encima, es por fonética parecidas a Goliat. Así que todo quedaba redondo. También se cita a un imaginario Obispo Golías, que los propios goliardos presentaban como su antepasado más remoto. Aunque tampoco es necesario llegar tan lejos, porque siguiendo con la fama de buenos tragones, "goliardus", en latín, significa glotón.


Lo cierto es que los goliardos propusieron un nuevo tipo de poesía. Abandonaron los metros clásicos- griegos y romanos- que se practicaban en los monasterios y, especialmente, pasaron de la métrica de cantidad clásica a la de intensidad de las modernas lenguas. O sea abandonaron la acentuación de cantidad: sílabas largas y cortas, para usar la acentuación de intensidad: agudas, graves y esdrújulas. Y rimaron sus versos, mayormente en consonante. Fue un paso trascendental que permitió el nacimiento de un nuevo modo de componer poesía. Eso sí, siguieron empleando el latín, aún faltaban unos años para llegar al "quiero fer una prosa en román paladino/ en qual suele el pueblo fablar a su vecino/ ca non so tan letrado por fer otro latino: / bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino", con lo que Berceo de alguna manera homenajeaba a los goliardos.
En todo caso hay que tener en cuenta que no fue un invento goliardo la nueva métrica, sino que la recogieron de los cantares populares, las canciones de amigo, lay, baladas, albas etc., en las versiones de los distintos países, que utilizaban la estrofa corta, los versos con mucho ritmo, las melodías cantables que ellos conocían muy bien porque ellos pertenecían a dicho grupo social. Fue, de hecho, la revolución de la poesía popular que comenzó a desplazar a la culta de los monasterios. Y la aparición de los rudimentos de la nueva métrica que se avecinaba.


Y no sólo en métrica, también en los temas despreciaron los contenidos propios de la poesía de los monasterios y cantaron a sus mujeres, de carne y hueso y de amores carnales; al juego, practicado en mesones camineros; al vino, a la comida, a los placeres de la vida, a la brevedad de ésta, a la necesidad de aprovechar el tiempo y dejarse de zarandajas; en fin que si bien despreciaron la poesía de Horacio y Virgilio como patrones métricos, se apuntaron al tan horaciano Carpe Diem con verdadero furor. Y, por descontado, fueron anti todo lo que significara poder: civil, eclesiástico, intelectual y autoritario. Ni respetaron la religión: ya puestos utilizaron las expresiones tradicionales de la liturgia como exaltación de la Virgen, por ejemplo, para dedicárselas a sus mancebas. Y transformaron himnos religiosos, " Pange lingua" en festivas canciones amorosas. No dejaron títere con cabeza. Y si respetaron algo fue la Universidad, recién nacida y todavía en pañales y sus maestros; y la Universidad, como veremos, les devolvió el favor.


Los primeros textos goliardos son del siglo XII-XIII y los más conocidos e importantes los "CARMINA BURANA" ( la mayor parte del contenido es del Siglo XII), textos encontrados en la abadía benedictina de Beuren, Baviera, escritos la mayoría en latín, aunque algunos hay en alemán, especialmente versos y estribillos intercalados, unos pocos incluso con notaciones musicales que han permitido reconstruir la melodía de unos cuarenta. En total aproximadamente doscientos cincuenta. En ellos basó una Cantata de título homónimo el compositor alemán CARL ORFF (1895-1982): CARMINA BURANA.


Los Carmina Burana son los más importantes textos goliardos, pero no los únicos. Existe un Cancionero de Cambridge en Inglaterra; otro de Charlons-sur-Marne en Francia, un "Carmina Rivipullensia", de un monje anónimo de Ripoll, en Cataluña y algunos poemas del Libro del Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, son de extracción goliarda. Es más, toda la obra debe mucho a la inspiración, los temas y planteamientos goliardos. Y también se conoce el nombre de algún poeta goliardo: Gautier de Châtillon y Hugo de Orleáns del siglo XI-XII.


Quizás el poema más definitorio de la especial concepción vital de los goliardos y uno los más populares de los Carmina Buruana, toma, como es normal en los Carmina y en la poética de la Edad Media, el título del primer verso: In taberna quando sumus... Cuando estamos en la taberna...



1
Cuando estamos en la taberna,
no nos importa qué sea la tierra,
sino que nos precipitamos al juego,
que es nuestro perpetuo desvelo.
Lo que se hace en la taberna
donde el dinero es copero,
esto sí importa averiguarlo.
¡Pero escuchad lo que os voy a decir!
2
Unos juegan, otros beben,
otros viven desenfrenadamente.
Pero entre quienes se dedican a jugar,
unos acaban desnudos,
otros se visten allí mismo,
otros se cubren con sacos.
Nadie teme allí a la muerte,
sino que a Baco su suerte dejan.
3
Primero por el precio del vino:
por éste beben los libertinos;
una vez beben por los cautivos,
después beben tres por los vivos,
cuatro por todos los cristianos,
cinco por los fieles difuntos,
seis por las hermanas vanas,
siete por los caballeros salvajes.
4
ocho por los hermanos perversos,
nueve por los monjes dispersos,
diez por los navegantes,
once por los desacordados,
doce por los penitentes,
trece por los que van de camino.
Tanto por el Papa como por el Rey,
beben todos sin ley.
5
Bebe el alma, bebe el amo,
bebe el caballero, bebe el clérigo,
bebe éste, bebe aquél,
bebe el siervo con la criada,
bebe el activo, bebe el perezoso,
bebe el blanco, bebe el negro,
bebe el constante, bebe el versátil,
bebe el rudo, bebe el amargo.
6
Bebe el pobre y el enfermo,
bebe el desterrado y el desconocido,
bebe el chico, bebe el viejo,
bebe el prelado y el decano,
bebe la hermana, bebe el hermano,
bebe la vieja, bebe la madre.
Bebe ésta, bebe aquél,
beben cien, beben mil.
7
Seiscientas rondas poco
duran, cuando sin medida
beben todos sin meta,
aunque alegremente beban.
Así, todas las gentes nos denigran
y siempre seremos pobres.
¡Quienes nos denigran se vean confundidos
y no se cuenten entre los justos
!


Ya que hemos citado a Juan Ruiz, Arcipreste de Hita y autor del " Libro del Buen Amor" incluiremos una cantiga inspirada en los temas y decires goliardos; la titula " Cantiga de los clérigos de Talavera ". Trata de un mandato del Papa que el Arzobispo de Toledo da traslado al Arcipreste para su cumplimiento por los clérigos de su jurisdicción. El Arcipreste se lo comunica a sus clérigos en tetrástrofos monorrimos ( o cuaderna vía: alejandrinos monorrimos en consonante), de los que trascribimos los siguientes:


Las cartas que han llegado dicen de esta manera:


" Que casado ni clérigo de toda Talavera
no ha de tener manceba casada ni soltera:
cualquiera que la tenga, excomulgado era"
Por aquestas rozones que la carta decía
quedó muy abatida toda la clerecía;
algunos de los clérigos sufrieron acedía;
para tomar acuerdo juntáronse otro día.

Cuando estaban juntados todos en la capilla
levantóse el deán a mostrar su mancilla;
dice: " Querría, amigos, que toda esta cuadrilla
contra el Papa apelase ante el Rey de Castilla.

pues, aunque somos clérigos, somos sus naturales,
servímosle muy bien, fuimos siempre leales;
de sobra sabe el Rey: todos somos carnales;
se ha de compadecer de aquestos nuestros males.

¿ Que yo deje a Orabuena, la que conseguí antaño?
Si yo la abandonase, recibiré gran daño:
le di, para empezar, doce varas de paño,
u aún, ¡por mi corona! anoche marchó al baño.

Antes renunciaría a toda mi prebenda,
junto a mi dignidad y toda mi renta,
que dejar a Orabuena, extraordinaria prenda;
y creo que otros muchos seguirán esta senda.

... Y así sigue y siguen los demás.

Y quiero terminan volviendo al comienzo de este articulo. Los goliardos, muchos de ellos, eran estudiantes de las más antiguas Universidades y no sólo fueron los primeros, sino que también, por lo visto, imprimieron su sello a las tradiciones universitarias. El inconformismo, la ruptura con los valores establecidos, el aprecio por el maestro y el desprecio por lo establecido, por lo consolidado; las ganas de vivir, y de amar, de cantar y de gozar de la vida, que nunca parece más breve que cuanta más queda por delante. No sé quien dijo que si la juventud no es revolucionaria ni es juventud ni es nada. Los goliardos fueron los primeros universitarios modernos y por tanto fueron revolucionarios y junto a las tradiciones nos dejaron algo más, nos dejaron una canción suya titulada " De brevitate vitae" " Sobre la brevedad de la vida", que hoy conocemos por su primer verso: Gaudeamos igitur: Alegrémonos pues. El Himno de la Universidad, así en singular. Todas las Universidades del mundo entonan en sus momentos solemnes el Gaudeamos Igitur, un himno universal, Una canción de los goliardos. Trascribimos las tres primeras estrofas que son el programa de vida de unos lejanísimos colegas que, junto a su poesía, nos transmitieron su filosofía del vivir: una versión existencial del ya por sí existencial Carpe diem.



Alegrémonos, pues,
mientras somos jóvenes,
que después de la alegre juventud
y de la achacosa vejez
nos poseerá la tierra.


¿Dónde están los que antes de nosotros
en el mundo estuvieron?
Baja a los infiernos,
sube a los cielos
si los quieres ver.


Breve es nuestra vida,
pronto ha de acabarse.
Rauda llega la muerte
y nos arrebata violenta
sin perdonar a nadie.



Existen varias versiones muy poco diferenciadas, más bien de detalle, tanto del original en latín como de las traducciones, pero no afectan en absoluto al contenido. En todas la idea es la misma: la vida es breve y lo mejor es gozarla. Una idea muy moderna.



Varias fuentes. Recopilación realizada por A. Torres Sánchez."

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