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Brigantium

Vladímir PUTIN.

Vladímir PUTIN. Vladimír Vladimírovich PUTIN nace el 7 de OCTUBRE de 1952 en San Petersburgo, RUSIA.
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1. DE AGENTE SECRETO A RESPONSABLE MUNICIPAL.

Es el hijo único de un inválido de guerra que fue condecorado por su actuación en la defensa de Leningrado contra el Ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. En 1970 se matriculó en Derecho por la Universidad Estatal de Leningrado y nada más licenciarse, en 1975, empezó a trabajar en la sede local del Comité de Seguridad del Estado (KGB), concretamente en un departamento llamado Servicio Número Uno.

Este no se trataba todavía del célebre Primer Directorio Principal (FCD) del KGB, encargado de la inteligencia extranjera, sino de un buró subsidiario, existente en cada ciudad importante de la URSS, que funcionaba también como oficina de reclutamiento. Durante 15 años Putin fue un extremadamente discreto, por reservado, agente del KGB.

En 1984 siguió un cursillo de un año en el Instituto de Inteligencia Bandera Roja, donde adquirió los conocimientos necesarios del idioma alemán -además de nociones de español, francés e inglés- para servir desde el año siguiente en Alemania Oriental, fundamentalmente en Dresden y en Berlín. En el cuartel general del KGB en Karlshort adquirió experiencia en la recogida de información. Sobre la naturaleza de esta información, los que han tratado de aportar datos de esta escasamente conocida etapa vital de Putin no se ponen de acuerdo, aunque para la mayoría de las fuentes se trataría tanto de expedientes políticos de ciudadanos de la RDA como informes suministrados por los agentes de espionaje industrial.

También parece que realizó labores de enlace entre el KGB y el servicio de seguridad germanooriental (SSD, más conocido como Stasi) y de reclutamiento de agentes. En ese caso, o bien Putin no adquirió responsabilidades especialmente importantes o bien su anonimato fue completo, ya que cuando pasó al primer plano de actualidad el célebre Markus Wolf aseguró no haber oído hablar de él en todos los años que estuvo al frente del espionaje de la RDA.

En 1990, al poco de ser transferido del FCD al mucho menos prestigioso directorio de personal y de prestar asesoría en asuntos de cooperación internacional al rector de su antigua universidad, Putin abandonó el servicio activo en el KGB y entró en el círculo de colaboradores de Anatoli Sobchak, su antiguo profesor en la facultad de Derecho y, como diputado en el Congreso Popular de la URSS, uno de los más preclaros partidarios de la perestroika de Mijaíl Gorbachov.

El 20 de agosto de ese año, con Sobchak convertido ya en alcalde de Leningrado y en plena incertidumbre por el golpe de Estado comunista contra Gorbachov del día anterior, Putin se dio de baja de la reserva del KGB (aunque algunos políticos demócratas de la ciudad creen que durante un tiempo siguió rindiendo cuentas a su antigua organización) y pasó a dirigir el comité de relaciones internacionales del ayuntamiento leningradense.

A partir de marzo de 1994, disuelta ya la URSS y convertida Rusia en Estado independiente, ejerció de primer teniente de alcalde de la rebautizada San Petersburgo, un puesto cuyas competencias incluían la seguridad ciudadana, en tanto que director del comité de emergencias y supervisor de las fuerzas del orden público, y la sustitución de Sobchak cuando realizaba sus frecuentes viajes al exterior, además de la dimensión económica del anterior cargo citado, que retuvo.

La gestión de Putin en la antigua ciudad de los zares es valorada positivamente por los analistas, ya que, moviendo los contactos de su época como espía, contribuyó a que importantes firmas alemanas hicieran inversiones en infraestructuras y participaran en joint ventures con el consistorio, si bien las presuntas irregularidades en la concesión de licencias de exportación de metales a productores locales fueron objeto de algunas investigaciones por los diputados locales.

2. FULGURANTE CARRERA AL SERVICIO DE YELTSIN.

Las dotes de Putin para la organización y el análisis no pasaron desapercibidos en Moscú. En septiembre de 1995 fue elegido para encabezar la sección local de Nuestra Casa es Rusia (NDR), partido centrista organizado por el primer ministro Víktor Chernomyrdin y que entonces constituía el soporte político del presidente Borís Yeltsin. Cuando Sobchak, que había caído en el descrédito entre escándalos de corrupción y acusaciones de mala gestión, perdió las elecciones municipales de junio de 1996 ante el candidato unitario de la oposición democrática, Vladímir Yakovlev, Putin, que había dirigido la campaña de su jefe, terminó también su trabajo como edil.

Siguió fiel al hombre (fallecido en febrero de 2000) que le había abierto las puertas de la política, ayudándole durante su estancia en Francia para recibir tratamiento médico y para resguardarse del acoso judicial por los presuntos delitos de abuso de poder y malversación.

En agosto de 1996 se trasladó a Moscú y es en este momento cuando se introdujo en los resortes del poder del Kremlin, que es como decir de Rusia, aunque todavía en el más riguroso anonimato, lo que, no obstante, facilitó su progresión meteórica. De adjunto de Pável Borodin, jefe del departamento administrativo de la Administración Presidencial (dirigida a su vez por el liberal Anatoli Chubáis), encargado, entre otros menesteres protocolarios, de adjudicar las residencias y vehículos oficiales a los altos funcionarios del Kremlin, Putin pasó, el 26 de marzo de 1997, a jefe del directorio o departamento principal, que controlaba todos los demás departamentos, y luego, el 25 de mayo de 1998, a vicejefe de la Administración Presidencial, encargado de las relaciones con los entes territoriales de la Federación.

Este puesto, de indudable relevancia, le duró a Putin sólo dos meses: el 25 de julio, en uno de sus típicos recambios fulminantes, Yeltsin le nombró director del Servicio Federal de Seguridad (FSB), puesto con rango ministerial, en lugar de Nikolai Kovalyov. El FSB, que empleaba a 75.000 personas, había sido constituido el 12 de abril de 1995 mediante un decreto-ley de Yeltsin para sustituir al Servicio Federal de Inteligencia (FSK), a su vez la agencia que interinamente había reemplazado al KGB en diciembre de 1993.

El FSB sumaba a las competencias del FSK (las operaciones de inteligencia en el extranjero) las tareas de seguridad interior asumidas por el KGB, como la lucha contra el crimen organizado y el terrorismo, así como la vigilancia de todo lo referente a la seguridad nuclear y a la producción de minerales estratégicos, atribuciones todas que ahora, con el debilitamiento general de la autoridad y el imperio de ley, cobraban una especial importancia.

Cuando se conoció esta promoción la prensa rusa inquirió: "Quién es Vladímir Putin?". En efecto, el flamante director del FSB era un perfecto desconocido para el público ruso y sobre su ascenso no se pusieron de acuerdo los observadores; para unos, obedecía a la necesidad de poner al frente de un servicio reorganizado y reforzado en sus funciones siguiendo la pauta del KGB a un competente ex oficial familiarizado con las cuestiones de seguridad e inteligencia; otros, sin embargo, hablaron de nombramiento "político" y establecieron su lealtad a toda prueba y su aversión a robar protagonismo a sus jefes, como las verdaderas cualidades por las que Yeltsin le había escogido.

3. DEL GOBIERNO A LA PRESIDENCIA: LA GUERRA DE CHECHENIA.

Mientras el baile de los primeros ministros seguía su curso (cuatro cambios de titular entre marzo de 1998 y mayo de 1999) y Yeltsin, muy mermado de salud y cada vez más criticado por los partidos ajenos a las intrigas del Kremlin (a causa de su estilo de mando errático e impulsivo y, en su opinión, su incapacidad para dirigir un país abrumado por todo tipo de problemas), parecía no hallar a la persona idónea para sucederle, la trayectoria de Putin ascendía imparable y con el sigilo habitual.

En octubre de 1998 entró a formar parte del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa (SBRF, órgano que, junto con el también un tanto difuminado en sus competencias aparato presidencial, representa una estructura paralela del poder federal, fuera del control de la Duma Estatal aun siendo más decisivo que el Gobierno Federal) y el 29 de marzo de 1999, sin cesar en el puesto de director del FSB, se convirtió en su secretario, reemplazando a Nikolai Bordyuzha. El 9 de agosto de 1999 Yeltsin cesó a Serguéi Stepashin como primer ministro y nombró a Putin primer viceprimer ministro y primer ministro en funciones, por ser "la persona capaz de consolidar la sociedad y obtener los apoyos necesarios para asegurar la continuidad de las reformas".

Esta presentación hizo preguntarse a la prensa rusa sobre si lo que pretendía Yeltsin era un colaborador dócil para, poniendo como disculpa la desestabilización de la república de Daguestán por guerrilleros chechenos, declarar el estado de emergencia y suspender las cercanas elecciones legislativas y presidenciales, cuyo resultado, en plena recomposición del campo opositor, se anticipaba más incierto que nunca para el Kremlin. Precisamente a esta solución se habría mostrado hostil Stepashin, a su vez un viejo compañero de Putin desde sus años en San Petersburgo y que junto con su predecesor en el cargo, Yevguieni Primakov, integraba la tríada de primeros ministros de Yeltsin salidos de los servicios secretos.

La mayoría de los partidos y fracciones presentes en la Duma acogieron positivamente el nombramiento de Putin, aunque con diferentes grados de prudencia y escepticismo, ya que lo identificaban como el último favorito de La Familia. Este término -y no como una simple metáfora- aludía a la camarilla de colaboradores íntimos de Yeltsin, cuya capacidad de influir en la alta política, se apreciaba, había aumentado extraordinariamente en los últimos años a medida que la salud de Yeltsin declinaba, y que precisamente ahora, con las explosivas filtraciones sobre una corrupción a gran escala en el entorno presidencial y las posibilidades sin precedentes, a tenor de las encuestas, de que un candidato no del Kremlin -como el popular alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov-, ganara las elecciones, se arriesgaba a perder el poder y los privilegios.

El 16 de agosto Putin fue confirmado en la Duma con 233 votos a favor -siete más de los necesarios-, 84 en contra y 17 abstenciones, y tomó posesión de la jefatura del Gobierno. La mayoría de los miembros de NDR, el grupo de diputados regionales y el Partido Liberal Democrático del ultranacionalista Vladímir Zhirinovski, votaron por el primer ministro, mientras que el Partido Comunista (KPRF) de Guennadi Zyugánov (el grupo más nutrido de la cámara) y los reformistas liberales del partido Yábloko mostraron un voto mucho más fraccionado.

Abundando en su fama de duro e imperturbable como el profesional del espionaje que había sido, Putin, siempre con el beneplácito de Yeltsin, elaboró la estrategia frente a la reactivación del conflicto checheno, que ahora tomaba un alarmante cariz expansionista con el fomento del secesionismo daguestaní y religioso con la divulgación por los comandantes rebeldes del credo wahhabí, un fundamentalismo sunní establecido en Arabia Saudí y más recientemente implantado en Afganistán por el régimen de los Talibán.

La decisión de cortar la desestabilización del Cáucaso en su raíz mediante la invasión y ocupación de Chechenia -donde desde los acuerdos de paz con el Gobierno Federal, en agosto de 1996, la pugna entre moderados y radicales había alcanzado, en apariencia, un punto de no retorno- la adoptó Putin en el seno del SBRF, donde siguió ejerciendo como miembro de pleno derecho en tanto que primer ministro.

En aquella fecha Putin puso en el cargo a Serguéi Ivanov, quien, al igual que su sustituto al frente del FSB en agosto, Nikolai Patrúshev, era también un natural de San Petersburgo y ex oficial del KGB, lo que confirmó que el primer ministro y el delfín -todavía oficioso- del presidente se estaba rodeando de colaboradores de la máxima confianza y cortados por su mismo patrón.

Los sangrientos atentados en localidades de Daguestán y en el mismo Moscú, donde el 9 y el 13 de septiembre dos grandes explosiones en unos bloques de apartamentos mataron a decenas de personas, movilizaron a la anonadada opinión pública a favor de un castigo contundente a la República de Chechenia, pese a que la conexión establecida por Putin, o incluso la propia naturaleza terrorista de los atentado como cometidos por rebeldes checheno-daguestaníes, no fue demostrada; algunos observadores incluso barajaron la autoría de los mismos servicios secretos rusos, con inconfesables propósitos. El caso es que la sensación de inseguridad de una población que ya conocía bien los embates del crimen organizado alcanzó cotas máximas.

La segunda campaña de Chechenia, que comenzó con el ataque terrestre del 30 de septiembre precedido por bombardeos aéreos desde el día 5, fue presentada inicialmente por el Gobierno de Putin como una operación antiterrorista limitada a la destrucción de los campamentos guerrilleros dentro del territorio checheno, pero con el progreso de las operaciones militares -lentas y penosas ante la encarnizada resistencia que se encontró- reveló su verdadero objetivo: poner fin definitivo a las veleidades independentistas chechenas, liquidar un peligroso foco de perturbación para toda Rusia y levantar un obstáculo para la aceptación por Azerbaidzhán, Kazajstán y Turkmenistán el hacer pasar por la red de oleoductos rusos, ya en servicio o en construcción, sus futuros suministros de gas y petróleo a Europa.

Putin, que deseaba consolidar su imagen de estadista implacable y decidido a restaurar el orden y la disciplina en todo el territorio federal sin reparar en medios, se guardó de caer en los errores de la guerra de 1994-1996, cuando el poder federal pagó un elevado precio en vidas y pertrechos para finalmente aceptar un acuerdo de alto el fuego considerado desfavorable, ya que congelaba por unos años, no eliminaba, la pretensión chechena de independencia, además de que la retirada del poder federal de la república había asegurado su soberanía de hecho.

El concepto de guerra total derivó en masivas violaciones de los Derechos Humanos, hasta el punto de acusarse a las fuerzas federales de ensañarse con la población civil y de prácticas genocidas. Putin, que tenía toda la confianza de Yeltsin y observaba como la mano dura en Chechenia elevaba vertiginosamente su popularidad en las encuestas (un periódico llegó a definirle como el "Bruce Willis ruso"), dio instrucciones para incrementar las ofensivas hasta el aplastamiento total de la resistencia chechena.

Con Yeltsin la mayor parte del tiempo en el hospital o en reposo por prescripción medida, Putin tomó las riendas efectivas del Estado, sin ocultar -a partir de noviembre- su aspiración de sucederle en la Presidencia. De cara a las elecciones legislativas del 19 de diciembre, decisivas, en una etapa que se antojaba de final de reinado, para la clarificación del equilibrio de fuerzas y de las posibilidades de los presidenciables, el 23 de septiembre un grupo de dirigentes regionales y del entorno del Kremlin lanzó el bloque electoral Unidad (Yedinstvo) con el objeto de arañar el mayor número posible de escaños al partido de Zyugánov y de favorecer las aspiraciones de Putin, quien al día siguiente expresó el apoyo del Gobierno a la iniciativa, ya que podía "ayudar a estabilizar la situación política en Rusia".

En los comicios, Unidad, identificado por la población como "el partido de Putin", obtuvo el 23,3% de los votos y 72 escaños, un resultado bastante más positivo que el 10,1% y los 51 escaños ganados por NDR en 1995, pero también porque el KPRF perdió una cincuentena de escaños. La mayoría propresidencial en la Duma quedaba garantizada al situarse la alianza centroizquierdista Patria-Toda Rusia (OVR) de Luzhkov, Primakov y destacados dirigentes regionales, la Unión de Fuerzas Derechistas (SPS) de los reformistas liberal-conservadores Yégor Gaidar, Borís Némtsov y Serguéi Kirienko, y el Bloque Zhirinovski, como las fuerzas tercera, cuarta y quinta más representadas, respectivamente.

Todos estos líderes, así como Chernomyrdin y otros políticos, expresaron entonces o en las semanas sucesivas su apoyo a la candidatura presidencial de Putin, al que valoraron como un hombre "capaz", "decente" y no constitutivo (en palabras de Gorbachov), de "ningún peligro para la democracia". Validado en las urnas y respaldado por buena parte de la clase política, Yeltsin se convenció definitivamente de que su extremadamente leal colaborador era el hombre idóneo para sucederle y asegurarle un retiro sin contratiempos, de manera que el último día del año anunció su dimisión y el decreto por el que Putin, conforme a la Constitución, asumía la jefatura del Estado como presidente en funciones hasta la celebración de las elecciones.

4. UN NUEVO ESTILO EN EL KREMLIN.

Entre sus primeras disposiciones, Putin firmó el mismo 31 de diciembre un decreto que concedía a Yeltsin inmunidad frente a cualquier persecución, arresto o interrogatorio judicial, una renta mensual correspondiente al 75% de su salario presidencial y garantías, como a los demás miembros de su familia, de la protección del Estado y de un tratamiento con privilegios especiales. El nombramiento de Putin fue acogido positivamente en las capitales occidentales, que veían en él a un estadista más predecible y concreto que Yeltsin, con el que tratar la recomposición de la malparada cooperación Rusia-OTAN, eje de la arquitectura de seguridad europea, a consecuencia de la guerra de Kosovo.

Pero, por otro lado, el nuevo presidente ruso, con su papel de halcón de la guerra de Chechenia, suscitaba grandes interrogantes e inquietud por su propensión a los mensajes nacionalistas y de construcción de una Rusia fuerte (el debate sobre la debilidad o la fortaleza presentes de Rusia se animó con la llegada de Putin, presentando cada parte una serie de argumentos que sustentaban sus tesis con similar convicción). Ciertamente, en los meses siguientes Putin, con sus disposiciones iniciales (restablecimiento de la enseñanza militar en las escuelas, recuperación de la institución del comisario político en los cuarteles) dio indicios que apuntaban a una militarización de la sociedad y al aumento del control del Estado, sin excluir el uso de los servicios de inteligencia para labores en principio no contempladas en sus estatutos.

Putin rememoraba en muchos ciudadanos el antepenúltimo secretario general del PCUS, Yuri Andropov (1982-1984), quien, como antiguo director del KGB (una organización que, con sus ominosas actuaciones como guardián del totalitarismo soviético, recupera ahora una cierta aureola entre los rusos como el único cuerpo del Estado que se mantuvo al margen de los hábitos corruptos y decadentes de los miembros del aparato del Partido), hizo un diagnóstico crítico de la situación del país e intentó una tímida reforma para disciplinar los malos hábitos florecidos durante la etapa de Leonid Brezhnev, reforma que a su vez inspiró a Gorbachov.

Al comenzar 2000, para una parte sustancial de los ciudadanos rusos era perentorio un liderazgo enérgico que metiera en cintura a una sociedad desvertebrada y desordenada, sin importar la suerte de las minorías étnicas, las organizaciones criminales o los poderes oligárquicos, e incluso la opinión de los gobiernos occidentales.

Ahora bien, otros analistas, aún aceptando el carácter enigmático de Putin, recordaron el arraigo en Rusia, tras una década de reformas renqueantes, de los hábitos de las sociedades democráticas. No pocas instancias de poder dentro y fuera de Rusia vieron con agrado la llegada al poder en Moscú de un dirigente joven y fuerte, capaz de quebrar la impunidad sangrante de las mafias y de los poderosos oligarcas financieros y mediáticos, beneficiarios de una transición a un modelo capitalista donde las privatizaciones se concibieron como una adjudicación incontrolada de las propiedades del Estado a un reducido grupo de nuevos empresarios a cambio de apoyos económicos, y de restaurar la autoridad federal en las repúblicas y demás entes de la Federación.

Sobre el modelo económico, algunos observadores aseguraron que se decantaría por las reformas radicales, que, con severos altibajos, habían sido aplicadas por Yeltsin, pero esta vez sustentadas en un régimen autoritario a la chilena, conformando una suerte de capitalismo de estado; otros vislumbraron un modelo socialdemócrata clásico y mixto, con la asunción por el Estado de sectores clave y estratégicos y un retorno parcial a la planificación (que es precisamente lo que propugnaban los comunistas de Zyugánov).

Ahora bien, tanto en uno como en otro caso, surgía la cuestión del papel que los omnipresentes oligarcas, muchos de ellos ligados a las prebendas del Kremlin, un tema más importante en cuanto que Putin no iba a admitir otros núcleos del poder fuera del que ostentaba.

Se tenía en mente al magnate Borís Berezovski, hasta marzo de 1999 secretario ejecutivo de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), propietario de un imperio de la comunicación (incluyendo la televisión ORT y el periódico Nezavisimaya gazeta) y estrechamente vinculado a La Familia, si bien su poder e influencia estaban declinando a ojos vista coincidiendo con el ascenso de Putin. Por lo demás, los interlocutores internacionales de Rusia estaban convencidos de que el nuevo mandatario ruso iba aportar previsibilidad y confianza en una coyuntura de recuperación de la producción y estabilización monetaria, iniciada tras la devaluación del rublo en 1998.

5. PAULATINA ACLARACIÓN DE INCÓGNITAS.

De momento, la prosecución de la campaña de Chechenia, desoyendo todos los llamamientos foráneos a detener los atropellos contra la población civil y a sentarse a negociar con el presidente Aslán Masjádov, abonó la hipótesis de que el sometimiento de las fuerzas centrífugas de la Federación tenía prioridad sobre las buenas relaciones con Occidente o el refuerzo de los espacios de democracia y libertad para los ciudadanos. Putin negó el derecho de otros países a inmiscuirse en lo que consideraba una cuestión estrictamente interna de Rusia y describió las operaciones militares como una operación de limpieza antiterrorista.

En febrero de 2000 las tropas rusas completaron la conquista de Grozny y tomaron los últimos núcleos urbanos chechenos, pero se expusieron a una presumiblemente larga guerra de guerrillas, cuyos primeros y mortíferos episodios de emboscadas a manos de partisanos bajados de las montañas o infiltrados tras las líneas rusas demostraron que, a pesar de las seguridades triunfalistas del presidente, el conflicto checheno estaba lejos de solucionarse. El 8 de junio Putin impuso la Administración Presidencial directa en la república y acto seguido empezó a transferir responsabilidades al jefe de la administración local provisional, el checheno Akhmed-hadji Kadyrov, lo que daba a entender una estrategia de chechenización del conflicto y de paulatina inhibición rusa.

El 26 de marzo de 2000 se celebraron las elecciones presidenciales y, a pesar de la enquistación del conflicto checheno, Putin venció con un incontestable 53% de los votos. Sus dos adversarios destacados, Zyugánov y el líder de Yábloko, Grigori Yavlinski, obtuvieron el 29% y el 6%, respectivamente. El 7 de mayo Putin inició su mandato quinquenal y nombró primer ministro a Mijaíl Kasyánov, un antiguo planificador y economista de bajo perfil político que desde mayo de 1999 dirigía el Ministerio de Finanzas. El 17 de mayo Kasyánov pasó la preceptiva aprobación de la Duma y su anterior puesto en el Gobierno fue ocupado por Aleksei Kudrin, un economista considerado liberal procedente del círculo de Putin en San Petersburgo.

Por otro lado, el 27 de mayo el movimiento Unidad se constituyó como un partido formal, se definió de ideología centrista y proclamó sin ambages su naturaleza al servicio de Putin, citando incluso como modelo al partido fundado en 1958 por los seguidores de Charles de Gaulle para auparle a la presidencia de Francia primero y asegurarle una mayoría parlamentaria después. Serguéi Shoigu fue confirmado en su liderazgo, aunque Putin permaneció como un mero simpatizante no adscrito.

A partir de las elecciones de marzo, Putin fue descorriendo los numerosos velos que le habían envuelto desde su llegada al Kremlin, y en un sentido confirmatorio de las aprensiones arriba mencionadas. En primer lugar, en abril, se presentó la nueva Doctrina de Defensa, que suponía una ampliación o continuación de la doctrina aprobada en 1993 y que, entre otros puntos, autoriza la intervención del Ejército en conflictos armados dentro de la Federación (lo cual ya venía produciéndose con prodigalidad) y en el ámbito exterior confiere a Rusia el derecho a usar el arma nuclear sin ataque previo, si detecta evidencias de un grave peligro para la seguridad nacional.

El presidente, que había empezado a insistir en lo inaceptable del trato de privilegio y la concesión de favores políticos a empresarios y financieros, de manera que su enorme influencia debía terminar, dio indicios de una depuración en la Administración Presidencial ya el 3 de enero de 2000, cuando destituyó de su cargo de asesora presidencial a la hija de Yeltsin, Tatyana Dyachenko, y a otros altos funcionarios, si bien los observadores consideraron la medida una lógica renovación de equipo, con la remoción de los confidentes y cortesanos de Yeltsin que el público más asociaba con la intriga y el favoritismo. Además, algunos de los oficiales destituidos fueron inmediatamente destinados a otros puestos, con lo que en parte esta "limpieza" se trató en realidad de una reestructuración.

El 11 de mayo se produjo un acto esclarecedor sobre el futuro de los oligarcas (al menos, de los no identificados con los intereses del Kremlin) en la Rusia de Putin: el aparatoso asalto por el FSB (que no por la policía) de las oficinas de Media-Most, grupo de empresas de comunicación (entre ellas la televisión NTV, el diario Segodnya y la popular emisora de radio Eco de Moscú) perteneciente al magnate Vladímir Gusinski, que durante la campaña presidencial vertió opiniones críticas a Putin y se decantó por la fórmula Luzhkov-Primakov.

Luego, el 13 de junio, la Fiscalía General, presuntamente haciendo caso omiso de los "consejos" del Kremlin (Putin, en visita en Madrid, dijo sentirse "sorprendido" cuando conoció la noticia), emprendió una operación judicial contra Media-Most que incluyó la detención por unos días del propio Gusinski, acusado de fraude al Estado. Gusinski rechazó la imputación y afirmó ser víctima de un chantaje intimidatorio del poder para que cambiara la línea editorial de sus empresas informativas. Se confirmó igualmente la ruptura con Berezovski, quien en julio dimitió de su escaño en la Duma dispuesto a crear su propio partido político, después de denunciar las políticas "autoritarias" de Putin y de que la justicia empezara a investigarle por casos de corrupción.

El 13 de mayo Putin, que había solicitado un "nuevo federalismo" y el final del "caos legal" existente en las regiones, reorganizó por decreto el sistema de emisarios del Kremlin en los entes que componen la Federación: en vez de haber un delegado por cada entidad (89 en total, entre sujetos nacionales -repúblicas y distritos- y sujetos administrativos territoriales -territorios, regiones y ciudades federales-), el presidente contaría con sólo siete representantes, al frente de otros tantos "distritos federales" de nueva creación. Se observó que la finalidad última de esta medida era reforzar el poder del centro sobre las regiones y sujetar a los numerosos dirigentes locales díscolos, aunque algunos iban más allá y entreveían una eventual reordenación del sistema de sujetos de la Federación

Nuevas decisiones reveladoras de los planes de Putin fueron la creación, por decreto el 1 de septiembre, del Consejo de Estado de la Federación Rusa, un órgano consultivo formado por los jefes de los ejecutivos regionales y presidido por el jefe del Estado, que parecía una reparación a los presidentes republicanos y gobernadores por la pérdida de sus escaños en el Consejo de la Federación o Cámara Alta de la Asamblea Federal.

Según la reforma, aprobada por el propio Consejo de la Federación el 26 de julio, este organismo pasaba a estar integrado por representantes permanentes nombrados por los poderes ejecutivo y legislativo de cada sujeto de la Federación, si bien hasta el 1 de enero de 2002 iban a seguir en sus funciones los actuales 178 senadores, esto es, los jefes de los ejecutivos y legislativos de los entes. Asimismo, el 9 de septiembre Putin firmó la nueva Doctrina de Información elaborada por el SBRF, que provocó nuevos revuelos entre los medios de comunicación por parecerles notoriamente restrictiva.

Esta serie de medidas cimentó la imagen de un Putin enérgico y con iniciativa, pero cuando el luctuoso y misterioso episodio del hundimiento del submarino nuclear Kursk en el mar de Barents, el 12 o el 13 de agosto de 2000 (la fecha, como buena parte de los elementos de la tragedia, no fue precisada), el presidente fue objeto de una avalancha de críticas, sin precedentes en Rusia, por su actitud excesivamente fría y pasiva en los primeros días de la crisis. Por lo demás, aquella fue sólo parte del secretismo general y el desacierto con que los militares y el Kremlin llevaron el asunto. Particularmente vituperado fue el rechazo inicial de una ayuda internacional que quizá pudo resultar decisiva para salvar con vida a algunos de los 118 tripulantes del submarino.

Aunque Putin perdió nuevos puntos ante los medios de comunicación y hubo amagos de algo parecido a una catarsis en la opinión pública, conmocionada ante la más cruda manifestación de la incuria que reinaba en las Fuerzas Armadas -una situación proclive a ser generalizada al conjunto del Estado-, la popularidad de Putin sólo se resintió sensiblemente y no tardó en restablecer sus elevadas notas, de acuerdo con las encuestas de opinión.

6. RECUPERAR EL ENTENDIMIENTO CON OCCIDENTE.

Sin estridencias pero con firmeza, Putin ha defendido las posiciones de Rusia en sus relaciones con Estados Unidos, que han estado mediatizadas por la pretensión de este país de dotarse de un sistema de Defensa Nacional Antimisiles (NMD) para protegerse de eventuales ataques nucleares de los denominados "estados delincuentes", pero que Rusia considera está dirigido contra ella.

En su primera cumbre presidencial con Bill Clinton, en Moscú el 4 de junio de 2000, Putin recalcó que la NMD violaba el Tratado ABM de 1972, el cual establece en un centenar el tope de lanzaderas de antimisiles por ambas partes, si bien admitió que el tratado se había quedado anticuado y procedía su revisión ante la, efectivamente, actuación fuera del marco de la no proliferación nuclear de ciertos "países imprevisibles". No obstante, propuso a su homólogo desarrollar un sistema antimisiles conjunto y extensible a los países europeos (si bien limitado a la defensa no estratégica), lo que Clinton aceptó tomar en consideración.

Los dos mandatarios volvieron a reunirse en cumbre del G-8 en Okinawa, el 21 de julio, y en la denominada Cumbre del Milenio en la Asamblea General de Naciones Unidas, el 6 de septiembre. El primero de los encuentros estuvo dominado por la propuesta de Corea del Norte (uno de los países a los que Estados Unidos se refiere a la hora de desarrollar la NMD), expresada a Putin por el presidente Kim Jong Il en Pyongyang el 19 de julio, de renunciar a su programa de misiles a cambio de ayuda para desarrollar un programa espacial civil, la cual el ruso consideró digna de tener en cuenta. En el segundo encuentro, en Nueva York, se suscribió una declaración favorable a avanzar en la reducción de los arsenales nucleares estratégicos, con un ánimo de preservar el ABM y de afrontar los nuevos retos de la seguridad internacional.

En este sentido, Putin es partidario de iniciar conversaciones para un Tratado de Reducción de Armas Estratégicas START-III, toda vez que uno de los principales obstáculos, la ratificación por la Duma del START-II (que estaba pendiente desde 1993) se hizo conforme a los deseos del presidente el 14 de abril. Siete días después, los parlamentarios hicieron lo propio con el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares (CTBT) firmado en la ONU en septiembre 1996, con lo que Rusia se puso por delante de Estados Unidos en los esfuerzos de desnuclearización de las relaciones internacionales.

Para Rusia el START-II supone el recorte de su arsenal hasta las 3.000 cabezas nucleares, en un proceso que deberá completarse en 2007. Putin va más allá y considera que las necesidades estratégicas del país pueden cubrirse con 1.500 cabezas (en el momento de la firma del START-I, en 1991, la URSS disponía de 11.000), una drástica reducción que planteó en la reunión del SBRF del 11 de septiembre de 2000. Entonces se impuso su propuesta de transferir el Mando de Misiles Estratégicos a la Fuerza Aérea en 2002, como parte de un ambicioso programa de reducción y modernización de las Fuerzas Armadas, cuya lamentable capacidad de combate, fundamentalmente en el Ejército de Tierra y en la Armada, Putin reconoció abiertamente.

En 2000 Putin realizó sus primeras visitas a capitales occidentales en Londres (17 de abril), Roma (5 y 6 de junio, donde además fue recibido en audiencia por el Papa en el Vaticano), Madrid (13 y 14 de junio), Berlín (15 y 16 de junio) y Tokyo (4 y 5 de septiembre). En la capital nipona no despejó con el primer ministro Yoshiro Mori el desencuentro por la soberanía rusa de las islas Kuriles, que ha impedido la firma de un tratado de paz entre ambos países desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El 29 de mayo Putin tomó parte en Moscú con Romano Prodi y Javier Solana en una cumbre Rusia-Unión Europea que fue calificada por las partes como "muy constructiva" y el comienzo de "una nueva era de cooperación". En su debut en el G-8 en Okinawa, donde no se habló una sóla palabra sobre Chechenia, el canciller Gerhard Schröder le anunció el reescalonamiento de parte de la deuda contraída por Rusia con Alemania y de paso calificó de "brillantes" las explicaciones de su reciente estancia en Corea del Norte.

La nueva amistad germano-rusa (por el contrario, las relaciones con Francia se enfriaron por las fuertes críticas galas a la campaña de Chechenia) quedó sellada en la cumbre de Berlín en junio de 2000, cuando se adoptaron sendos acuerdos sobre la liberalización de créditos para garantizar las exportaciones alemanas a Rusia y para realizar nuevas inversiones de empresas alemanas en la extracción de gas, y Schröder además respaldó la oferta de Putin de desarrollar un programa paneuropeo de defensa abierto a la participación de Estados Unidos.

7. MANTENER LA SUPREMACÍA EN EL ÁMBITO EX SOVIÉTICO.

Putin realizó su primera visita a China el 18 de julio de 2000 y coincidió con el presidente Jiang Zemin en el rechazo a la NMD y al hegemonismo de Estados Unidos, por lo que estimaron necesario profundizar la "cooperación estratégica" establecida en los últimos años entre los dos países. Igual tipo de vínculo quedó definido con India durante la visita del presidente a Nueva Delhi el 3 de octubre.

Otro elemento de inercia en las relaciones exteriores rusas salió a relucir a la hora de evaluar las elecciones presidenciales en Yugoslavia, el 24 de septiembre de 2000, ya que Moscú no reconoció la victoria en las urnas del candidato de la oposición, Vojislav Kostunica, hasta que la insurrección popular en Belgrado apartó a Slobodan Milosevic del poder. Estas reticencias ante el eclipse democrático de quien había sido el único y autoasignado aliado de Moscú (aunque el autócrata serbio nunca dio facilidades a la diplomacia rusa con sus desplantes) en una región dominada por los gobiernos prooccidentales, no fueron óbice para que el ministro de Exteriores, Igor Ivanov, se apuntara la primicia de felicitar a Kostunica en Belgrado.

El 25 de enero de 2000 Putin celebró en Moscú su primera cumbre con los jefes de Estado de la CEI, entidad que no termina de cuajar como un remedo de la extinta Unión Soviética, ni siquiera en sus aspectos de integración más elementales, por la dispersión de los intereses nacionales y el establecimiento de alineamientos de países con parecidas perspectivas de cooperación subregional e internacional.

Aunque los mandatarios elogiaron a Putin por su intención de parar el avance de las dinámicas "separatistas y terroristas" en la CEI y su profesión de fe en la organización, por lo bajo se expresaban inquietudes hacia un refuerzo de los sectarismos y las tentaciones neoimperiales rusas, que con Yeltsin ya se habían expresado en el momento en que el Kremlin empezó a instrumentar la CEI para sus objetivos de política exterior.

En la relación especial con Bielarús, que desde 1996 ha establecido con Rusia varios tratados de unión muy ambiciosos, Putin ha exhibido hasta ahora mayor cautela que su predecesor. En su visita al presidente bielorruso en Minsk, el 16 de abril de 1999, Putin pidió la "sincronización" de los planes de integración, cuya profusión y calado excede las posibilidades de aplicación a corto plazo, y añadió que los aspectos políticos y de seguridad no podían cimentarse "en una económica débil", por lo que convenía concentrarse de momento en la armonización de las políticas fiscales y tarifarias, a fin de conseguir una unión aduanera efectiva. Por el contrario, las relaciones con Ucrania atravesaban un momento pródigo en desavenencias.

Casado con una antigua profesora de escuela y con dos hijas pequeñas, Putin se presenta a sí mismo como un fiel de la Iglesia ortodoxa, un hombre sin vicios y un entusiasta del deporte y la vida sana. Practica el sambo, un tipo de lucha tradicional rusa del que fue varias veces campeón en San Petersburgo, y el judo, del que es cinturón negro y cuyas habilidades exhibió en unos combates de cortesía durante sus visitas a Japón en 2000.
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*** NOTA: Este resumen recoge datos hasta ENERO de 2001.

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