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El Holocausto.

El Holocausto.

INTRODUCIÓN.

El Holocausto fue planeado y ejecutado como Solución Final de un problema: la cuestión judía. Para lograr el exterminio total de un pueblo, el Tercer Reich involucró a cada uno de los elementos del aparato burocrático y administrativo del Estado germano y se implementó la más avanzada tecnología. Para alcanzar su objetivo la maquinaria nazi adoptó diversas medidas concretas:

• Se definió con precisión a las víctimas.
• Se utilizaron los mejores procedimientos jurídicos para facilitar la total eliminación de los derechos de las víctimas.
• Se integró un aparato logístico que incluía un sistema ferroviario y cámaras de gas y la participación de administradores, abogados, industriales, etc., dispuestos a colaborar en esa "gran empresa".
• Se buscó el apoyo de historiadores, filósofos y teólogos que fundamentaran ideológicamente el asesinato.

Así, el Holocausto trascendió los límites de la experiencia moderna y trastocó todo principio moral. Nunca antes en la historia de un Estado moderno y civilizado la aniquilación de un pueblo fue el elemento central de su política e ideología. Nunca antes, ni después, el asesinato masivo fue perpetrado en forma tan fría y eficiente. A pesar de que los judíos no representaban una amenaza para el Estado germano -1% de la población-, y que no podían ser percibidos como un bloque de poder colectivo -estaban totalmente integrados en la sociedad- dada su distribución geográfica y la carencia de una base territorial o religiosa, cada uno era un objetivo en sí mismo.
Por lo tanto fueron muchas las circunstancias que llevaron a tal masacre, causas ideológicas, técnicas, éticas y teológicas. A continuación aparecen las causas más relevantes, expuestas de forma cronológica, ya que abarcan casi toda la Historia conocida.

ANTES DE 1933.

Causas históricas.

En este apartado sólo apuntar que el antisemitismo (1) ha estado presente desde el principio de los tiempos, no era algo propio de los nazis, aunque sí su virulencia.

En el antiguo Egipto fueron reducidos a parias y realizaban tareas laborales forzosas e impopulares, confinados en ghettos, y fueron emanadas leyes encaminadas a reducir su escaso número. Luego se pasó por el antisemitismo clásico, en el que eran perseguidos por su monoteísmo, frente al politeísmo que los rodeaba -tanto heleno como romano-. En este antisemitismo clásico fueron considerados ciudadanos de segunda. Más tarde apareció el nuevo antisemitismo religioso, que apareció como un ataque del cristianismo al judaísmo, y que siguió durante la Edad Media, en la que se les acusaba de haber asesinado a Cristo y se les perseguía por ello, no de forma continua pero sí como chivo expiatorio de casi cualquier problema. También el Islam los repudió: los concentró en zonas concretas vestidos con ropas específicas y los obligó a la conversión religiosa.

Todos los aspectos anteriores -el judío como ser distinto, conspirador mundial y usurero- condicionaron el antisemitismo hitleriano, pero hubo otras tres corrientes aún más nocivas, los llamados antisemitismo científico, político y teosófico.

Causas ideológicas o científicas.

A pesar de que el antisemitismo nazi se desencadena a principios del Siglo XX, las bases de su ideología pueden situarse en el sentimiento antisemita medieval y más adelante con Martín Lutero quien, en 1542, publicó un libro titulado "Contra los Judíos y sus Mentiras". En éste los acusa de ser usureros, parásitos y ajenos a la nación germana: "En verdad, los judíos, siendo extranjeros, no deberían poseer nada y lo que poseen debería ser nuestro. Sin embargo, tienen nuestro dinero y nuestros bienes, y se han convertido en nuestros dueños en nuestro país, en donde quiera que se hallen". A la vez, Lutero propuso una serie de medidas punitivas contra los judíos que incluían el quemar sus sinagogas, confiscar sus libros y expulsarlos de sus tierras. La filosofía luterana abonó el terreno para la propaganda antisemita y se convirtió en un tema clásico durante el mandato de Hitler.

Siglos después, la filosofía alemana contó con exponentes como Johann Fichte quien, en 1793, afirmó que era necesario expulsar a los judíos del territorio alemán: "Sólo hay un medio para protegernos contra los judíos: reconquistad la tierra prometida y enviarlos a todos allí". Para Fichte, los alemanes eran los únicos capaces de encontrar la verdad además de que llegó a proponer la idea de decapitar colectivamente a los judíos, actitud que se puede relacionar con la Solución Final que Hitler trató de implementar años después. Por su parte, Hegel también manifestó sentimientos antisemitas y consideró a los judíos como la antítesis de la Humanidad.

A finales de ese mismo siglo, el conde Arthur de Gobineau propuso la "Teoría de la Supremacía de la Raza Blanca". En su obra habló del ario, del superhombre nórdico germánico, estableciendo que, la mezcla de esa raza pura con otras inferiores, era lo que producía la decadencia de las civilizaciones.

Posteriormente, Houston S. Chamberlain combinó estas teorías para hablar de la hegemonía nórdica. Publicó el libro "Los Fundamentos del Siglo XIX" en donde aseguró que los germanos eran los verdaderos creadores del destino de la Humanidad. Para él, "los judíos son maestros de la intolerancia, del fanatismo de la religión y del asesinato por religión, y apelan a la paciencia cuando se sienten muy oprimidos". En pocos años, este libro se convirtió en la Biblia de los alemanes gracias al apoyo del Kaiser Guillermo II.

A mediados del Siglo XIX el compositor Richard Wagner escribió un libro en el que difamaba a los judíos, considerándolos incapaces de componer música aria al ser individuos que contaminaban el ideal de esta raza. En una carta que escribió al rey Luis II de Bavaria, Wagner dice: "Yo considero a la raza judía como el enemigo nato del hombre puro y de todo lo noble que hay en él. Y especialmente nosotros, los alemanes, nos hundiremos a causa de ellos, es cosa segura".

Se trataba de una pretensión que encontraba paralelo filosófico en el Nietzsche que preconizaba el triunfo de la Bestia Rubia sobre el cristianismo y el judaísmo, en su teoría del superhombre que se encuentra por encima de la moralidad, la misma teoría que sirvió para afianzar los conceptos sobre el ideal germano. Aunque no es seguro que Hitler leyera a Nietzsche, sí es indiscutible que conocía en profundidad a Wagner, y esa identificación no arrancaría sólo por motivos estéticos sino, especialmente, ideológicos.

Estas afirmaciones tuvieron un supuesto respaldo científico, derivando de la teoría de la evolución de Darwin. Conceptos como el de la supervivencia y evolución del más apto, la lucha por la vida o el paso escalonado del animal al hombre resultan especialmente fáciles de encajar en el antisemitismo, con la existencia de razas superiores -más evolucionadas- destinadas a imponerse sobre las inferiores, más cercanas al animal que al humano. Por ello esta forma de antisemitismo -eminentemente racial, no religioso- no dejaba la más mínima salida al judío. El bautismo podría cambiar su adscripción religiosa pero no su inferioridad racial.

Causas políticas.

La historia de Alemania se ha caracterizado por la falta de estabilidad en su forma de gobierno. Durante siglos, el país vivió en un estado de anarquía permanente en donde los judíos sufrieron expulsiones y matanzas. En 1343 los judíos perdieron sus derechos como ciudadanos bajo el gobierno del emperador Luis el Bávaro. Para 1384 fueron encarcelados en algunas ciudades alemanas y en 1388 los expulsaron colectivamente. Para el siglo XV pocas ciudades alemanas otorgaron a los judíos el derecho de estadía permanente. Siendo que tanto la monarquía como la pretendida unidad nacional fracasaron, en el Siglo XVIII la nación se encontró dividida en 300 entidades políticas.

Podemos decir que hasta este momento en Alemania no existía una conciencia nacional como en otros países, por lo que la población tendió a buscar una identidad propia. Se comenzó a crear un ideal mítico, con superioridad de sangre y de criterio. Los alemanes se consideraron el grupo predominante de la raza nórdica y así solucionaron su problema de identidad. La serie de derrotas militares que sufrieron contra Luis XIV y Napoleón, impulsaron a los alemanes a la formación de un Reich unificado. A principios del Siglo XIX surgió una nueva concepción de la nación germana, y los judíos y otros grupos minoritarios, no tuvieron cabida en ese ideal. Cuando a mediados de este siglo Alemania sufrió una transformación brusca y se convirtió en una potencia militar, los judíos fueron asociados con fenómenos de desintegración y desorden que resultaron como consecuencia lógica del cambio. En 1878 el reverendo Adolf Stocker, Capellán de la Corte de Guillermo II, creó el primer partido antisemita cuyo eslogan era "Alemania ¡Despierta!". Stocker consideraba que un odio común permitiría superar las oposiciones que fragmentaban a la sociedad alemana, por lo que abogó por lograr un país purificado de judíos, afirmando que "el judaísmo es una gota de sangre ajena al cuerpo germano y con poder destructivo".

Para 1890 existían en Alemania diversos partidos antisemitas que fueron adquiriendo poder. Sin embargo, al desencadenarse la Primera Guerra Mundial, se originó una atmósfera de unión nacional necesaria para luchar contra el enemigo extranjero. Aún los judíos fueron considerados como alemanes y el antisemitismo se suavizó. Pero cuando se fueron perdiendo las esperanzas de ganar el conflicto se produjeron las primeras dificultades. Decayó la unión nacional, comenzó a intensificarse la tensión social y los alemanes buscaron nuevos culpables, eligiendo a los judíos. A pesar de que los judíos participaron activamente en el frente, el nombramiento de dos judíos para las organizaciones de Servicio de Materias Primas y para la Sociedad Central de Compras, provocó que fueran considerados explotadores del país en guerra. Las autoridades dudaron que los judíos estuvieran cumpliendo con su deber en el campo de batalla, por lo que realizaron un censo de los soldados de este origen, sin dar a conocer los resultados en ese momento.

Prevalecía la idea de que los judíos se beneficiaban de la crisis y no participaban en la lucha, argumento que sirvió para la propaganda nazi. Para 1918, distintos comités antisemitas se habían creado, tales como la Liga Pangermánica, que afirmaba que los judíos eran "el enemigo mortal", así como Deutschvölkische Blatter, que adoptó la cruz gamada como enseña de su combate contra los judíos. En 1920 se fundó el Partido Obrero Alemán, que posteriormente se convirtió en el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, mejor conocido como el Partido Nazi.

Al terminar la Primera Guerra Mundial, Alemania vivió una situación de crisis. El Tratado de Versalles obligó a los perdedores a someterse a una serie de condiciones que para ellos resultaban humillantes. La sociedad tradicional se derrumbaba en el caos y la anarquía. La difícil situación económica provocó que muchos alemanes se encontraran en quiebra; había hambre, huelgas y protestas. Los alemanes aspiraban a tener una autoridad omnímoda para fortalecer sus estructuras políticas y crear nuevos mecanismos de defensa. Surgieron las reacciones contra los judíos por considerar que se enriquecían de la miseria general. El antisemitismo ganó terreno y para 1930 se comenzó a excluir a los judíos de diversos lugares públicos. Los tiempos estaban maduros para la llegada de Hitler.

Causas ocultistas o teosóficas.

Son las causas menos estudiadas y más difícilmente demostrables, pero importantes, conocida posteriormente la adicción de Hitler a todo lo oculto o esotérico. Principalmente bebió de las fuentes teosóficas de madame Blavatsky, cuyo pensamiento se resume en que "el hombre es un dios en proceso de hacerse". Tiene que evolucionar a través de siete etapas espirituales mediante sucesivas reencarnaciones. De ahí deriva el hecho de que existan razas inferiores y superiores. Entre éstas ultimas estaría la aria, cuyo destino es dominar el mundo y poner fin a la presente época marcada negativamente por la presencia de cristianos y judíos. Esta teosofía blavatskiana comenzó a extenderse por Alemania y adoptar una configuración específica que se ha denominado en alguna ocasión ariosófica.

Así se constata en Mein Kampf, obra dedicada por Hitler a Dietrich Eckart, el fundador de la sociedad ariosófica Thule. En esta misma obra Hitler enuncia, sin posibilidad de dar lugar a equívocos, la superioridad de la raza aria, el carácter perverso de los judíos, el proyecto de privarlos de su ciudadanía, las leyes eugenésicas, la necesidad de una nueva guerra mundial, el sometimiento de las razas inferiores e incluso el uso del gas para acabar con los judíos.

1933-1945.

La subida al poder del NSDAP.

Antes de 1933 los actos antisemitas del NSDAP -partido nazi- existían e incluían delitos de sangre. Pero con dos diferencias fundamentales a la situación posterior: estas acciones estaban al margen e la ley, y su radio de acción era muy pequeño. Antes de la llegada de Hitler al poder eran la acción ilegal de una minoría, después fue el principio motor de una sociedad en la que los judíos estaban plenamente integrados y constituían el 1% de la población. Con todo, esta toma del poder por sí sola no debía derivar obligatoriamente en el Holocausto, sino sólo repetir las persecuciones que ya habían sufrido los judíos a lo largo de la historia. Esto es lo que llevó a pensar a muchos judíos que sería otro antisemitismo pasajero más y no emigraron.

La coyuntura bélica.

Hitler provocó la segunda guerra mundial para construir una pantalla que ocultase las operaciones genocidas del nazismo. Es más, el objetivo principal -al menos para Hitler- de la guerra era ocupar países para asegurarse de exterminar a todos los judíos europeos, y eliminar así a las razas inferiores. Esto se constata porque cuando Estados Unidos entró en la guerra -y cambió el signo de ésta, se empezó a acercar lenta pero inexorablemente la derrota nazi- Alemania aceleró su tarea exterminadora, cuando la lógica militar ordenaba enviar los soldados de los campos de extermino al frente para no caer derrotados.

La industrialización del exterminio.

El holocausto fue una búsqueda incansable de métodos de exterminio para acabar con los judíos europeos en mayor número y con mayor rapidez. A los guettos demasiado lentos para los jerarcas nazis, siguieron los fusilamientos en masa, después las camionetas de gas, y finalmente las cámaras de gas. Una vez llegado a este punto el número de muertes diarias recuerdan las de un frente de batalla, siendo esta la imagen con que los nazis asociaron la tarea genocida.

La Semipasividad de las potencias extranjeras.

Salvo algunas declaraciones de condena, nadie -incluida la Santa Sede, la mejor informada después de los propios nazis- quiso recibir a los judíos que podían escapar de Alemania antes del comienzo de la guerra. Casi nadie adoptó medidas a favor de los judíos perseguidos antes de que la guerra empezara a cambiar de signo, ni siquiera alguna operación militar que mitigara en parte el holocausto -un bombardeo a la línea férrea que llevaba a Auschwitz hubiera sido casi como cerrar el campo de exterminio-. Cualquier pequeña ayuda hubiera salvado miles de vidas.

La ignoracia judía.

La mayoría de los judíos no sabían el destino que les esperaba. Normalmente creían que se les deportaba a trabajar, y esta ignorancia resultó fatal. Sólo decir que el porcentaje de supervivientes entre los judíos que huyeron y/o resistieron fue cinco veces mayor que entre aquellos que se plegaron a las directrices de los nazis.

La colaboración con los nazis.

Primero por parte de los Consejos Judíos, que colaboraron en el funcionamiento de los guettos, las listas de deportados y el orden de las deportaciones.

Segundo, y es la mayor enseñanza del holocausto, por las autoridades y poblaciones locales. Donde las autoridades, o sólo las poblaciones locales, se opusieron a las deportaciones, éstas fueron imposibles o se realizaron en mucha menor medida. Las respuestas populares, de signo no-violento, contrarias a la deportación de los judíos lograron que un gran porcentaje de éstos se salvara del exterminio. Si ésta hubiera sido la actitud general en los países ocupados en lugar de la simple indiferencia -esta indiferencia llevó al exterminio total de los judíos griegos- o de la colaboración con los nazis -los croatas pagaron treinta marcos por judío deportado-, el Holocausto como le conocemos no hubiera sucedido, no habrían muerto seis millones. Es más, si la oposición al antisemitismo hitleriano hubiera comenzado en la Alemania de los años treinta, quizá no hubieran muerto ni unos miles de judíos.

Así el Holocausto no sucedió sólo como producto de la maldad nazi -sin eximirlos de ninguna responsabilidad-, sino, fundamentalmente, a la falta de resistencia del funcionariado Alemán, de las fuerzas armadas alemanas, de la población civil alemana, y también de los funcionarios, instituciones y poblaciones de las naciones amigas, neutrales o incluso enemigas. Los nazis fueron responsables de su realización, pero no fueron los únicos. La omisión de otros fue esencial para poder llevar a cabo sus planes. Sin ella, el Holocausto tal y como hoy le conocemos no hubiera tenido lugar. Las excepciones a esta pasividad que se produjeron en el curso de la guerra mundial testifican no sólo la decencia de personas concretas -casi siempre anónimas-, sino también del impacto decisivo que hubiera tenido esa honestidad de haber sido más común. Es por esto por lo que el Holocausto trasciende del mero hecho histórico y encierra en su interior tremendas lecciones morales para la humanidad de hoy en día. Su recuerdo evoca la responsabilidad ética del ciudadano medio de oponerse al mal.

DESPUÉS de 1945.

Coincidencias.

En realidad hay muy pocos aspectos en los que coincidan los autores revisionistas -niegan el Holocausto-, y son muy significativos:

La culpabilidad judía en las atrocidades de las que fueron objeto -conversión de las víctimas en culpables-.

La perversidad judía al recibir indemnizaciones -supuestamente- por un número de víctimas inexistente- conversión de las víctimas en verdugos-.

La injusticia de los castigos aplicados a los criminales nazis -conversión de los verdugos en víctimas-.

La legitimación, más o menos directa, más o menos sutil, de la visión del mundo hitleriana -rehabilitación de los verdugos-

El apoyo y la estrecha relación con movimientos antisemitas, neonazis y neofascistas -intento de resurrección de la ideología y el poder neonazis-.

Diferencias.

Aquí están las principales diferencias entre los autores revisionistas.

En cuanto al plan de exterminio de los judíos, la mayoría insiste en que no existió, sin embargo David Irwing -uno de los más importantes autores revisionistas- ha reconocido lo contrario en "La guerra de Hitler".

En relación a las condiciones de los campos de concentración, la mayoría no las considera malas, pero Thies Christophersen las pinta como idílicas, y Paul Rassinier como espantosas. La mayoría niega la existencia de cámaras de gas, pero Paul Rassinier reconoció que habían existido e incluso recogió algún tes-timonio ocular sobre ellas.

Respecto a las matanzas de judíos, estos autores oscilan desde la negación rotunda, la legitimación de las mismas al atribuir a los judíos la condición de saboteadores y la simple constatación de que venían justificadas por las necesidades de guerra.

En relación con el número de judíos muertos, las cifras oscilan entre el millón de Rassinier y el cuarto de millón de otros autores, incluyendo las causas naturales de mortalidad.

Acerca de la participación de los jerarcas nazis tampoco hay acuerdo. Para unos autores esto es indiscutible -Irwing-, para otros imposible salvo casos aislados -Rassinier-, y para otros no hubo. Quizá la única coincidencia sea que Hitler no tuvo responsabilidad en lo que pasó, fuera esto lo que fuese.

Este conjunto de características -y la manipulación de datos, mentiras y desprecio por fuentes históricas- son las que descalifican al revisionismo como fuente histórica y la encajan en instrumentos de propaganda de movimientos neofascistas, neonazis y antisemitas. Por todo ello es importante revisar a estos autores revisionistas, ya que lo que impide que todavía, hoy en día, masas golpeadas por la crisis económica, desengañadas por los escándalos políticos o cansadas por las disfunciones de los sistemas democráticos decidan formar en las filas del neofascismo y neonazismo son las imágenes de las cámaras de gas, las pilas de cadáveres asesinados por los nazis, los crematorios con esqueletos, los testigos del terror y las víctimas de los experimentos con seres humanos. De ahí que el revisionismo quiera borrar radicalmente esa imagen, que es su gran impedimento para su llegada al poder.


DIEZ TESIS.

Avaladas documentalmente en relación con el Holocausto y el revisionismo:

1. Existió un plan nazi para exterminar a todos los judíos que se encontraran en territorio controlado por Alemania o por sus aliados.

2. El plan de exterminio se originó en el propio Hitler que lo anunció al igual que lo hicieron otros dirigentes nazis.

3. Tanto Hitler como otros jerarcas nazis fueron informados del desarrollo del proceso de exterminio de los judíos.

4. El extermino de los judíos se realizó, entre otros medios, a través de maltratos, consunción, trabajos forzados, experimentos médicos, fusilamientos masivos, camionetas de gas y cámaras de gas.

5. La inmensa mayoría de los judíos asesinados eran civiles inocentes en absoluto relacionados con tareas de espionaje o guerrilla.

6. El número total de judíos asesinados por los nazis fue cercano a los seis millones de personas. De éstas aproximadamente un millón fueron niños.

7. Lejos de recibir pagos por el número de víctimas del Holocausto, el Estado de Israel los obtuvo en función de los gastos de asentamiento de los supervivientes de la tragedia.

8. Por sus propias características, y aunque la historia de la humanidad no se encuentra desprovista de abundantes testimonios de barbarie y brutalidad, el Holocausto constituye un ejemplo excepcional de degradación y abyección sin parangón.

9. La literatura revisionista, carente de la mínima calidad científica, constituye fundamentalmente un instrumento de propaganda de ideologías antisemitas, neonazis y neofascistas, cuyas únicas bases reales son la ignorancia de la documentación histórica, la mala fe y el interés por abrir el camino del poder a estas cosmovisiones en concreto.

10. La finalidad fundamental del revisionismo es borrar de las mentes el recuerdo del Holocausto -asociado de forma indeleble a los horrores del nazismo y, en menor medida, de otros regímenes fascistas- para así propiciar el alcance del poder político por parte de formaciones provistas de esta orientación ideológica.

CONCLUSIÓN.

El holocausto, lejos de ser archivado como un episodio histórico más, al estilo de las Guerras púnicas o de la cultura micénica, que sólo interesan a los historiadores y a los aficionados, debe ser objeto de una revisión continua. De ella depende el que la Humanidad conserve las libertades políticas y sociales, y el que no se deslice nuevamente por la senda de la locura colectiva.


(1) NOTA, para mi, IMPORTANTE: Sem, fue el primogénito de Noé, cabeza del grupo étnico semita, uno de los tres en los que, segun la BIBLIA, está dividido el género humano.

SEMITA, según el diccionario de la lengua española, es lo RELATIVO a los pueblos que pertenecen a la familia lengüistica semítica. Las afinidades entre los pueblos semitas son en gran parte de origen lengüístico y cultural, ya que desde el punto de vista físico están constituidos por un conjunto algo heterogéneo de tipos RACIALES. Los principales pueblos semitas actuales e históricos son: los ASIRIOS-BABILÓNICOS, término con el cual se designan las estirpes de MESOPOTAMIA; los ARAMEOS; los FENICIOS que habitan el actual LÍBANO; los HEBREOS, que se establecieron en PALESTINA; los CANANEOS, extendidos en la actual SIRIA; y hasta pueden considerarse también semitas los ETÍOPES.

... Por lo tanto, en el sentido puro y etimológico la palabra "ANTISEMITA" no solo debería alcanzar a los Hebreos (judios). Cierto es que, por deformación semántica, desde hace más de un siglo utilizamos dicho término como acepción de "ANTIJUDIO".

A. Torres Sánchez.

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