Blogia
Brigantium

PRÓLOGOS de Camilo José Cela.

PRÓLOGOS de Camilo José Cela. Fechado en Palma de Mallorca el 2 de junio de 1963, incluye Cela un prólogo a “La Colmena” –se cumple el medio centenario de su publicación– que no tiene desperdicio. Glosamos algunos de sus conspicuos renglones.
.
.

“El escritor puede llegar hasta el asesinato para redondear su libro”. Quien pueda que lo entienda. Y al que le parezca exagerado, que se
rasque las pulgas, así sean de gato.
“Lo único que al escritor no le está permitido es sonreir, presentarse a los concursos literarios, pedir dinero a las fundaciones y quedarse (...) a mitad de camino”. Sonreír es de huevones que piden permiso
hasta para sacarse la minga y orinar; lo de los concursos equivale a poner el
culo y que se sirvan, lo mismo que mendigar abyectamente; y quedarse a mitad
de camino es eso: el mástil reacio y renuente, en lugar de empingorotarlo a las
estrellas.
“La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro”. Otra manera de afirmar que no se puede servir a dos señores.
“La ley del escritor no tiene más que dos mandamientos: escribir y esperar. El cómplice del escritor es el tiempo. Y el tiempo es el implacable gorgojo que corroe y hunde la sociedad que atenaza al escritor”. ¡Lejos queda su expulsión de la Asociación de Prensa por “falta de profesionalidad” y cuando se prohibió la mención de su nombre en los papeles aun como invitado de una boda...! También, su renuncia a ser investido “honoris causa” por la
Universidad de Santiago de Chile, recién el golpazo de Augusto Pinochet y en el alma de Camilo la amistad y el recuerdo de Neruda...
“El escritor es bestia de aguantes insospechados, animal de resistencias sin fin...” Quede claro, pues, por qué nunca parece que se le joda lo bastante. O como dijo Mío Cid: “Tú me destierras por uno; yo me destierro por cuatro”.
“Al escritor nada, ni siquiera la literatura, le importa”. Que el mundo no merece la pena ni el trabajo de tomarlo en serio es verdad que el escritor
aprende en el crisol. Y esta sola sonrisa de desprecio se permite.
“No hay más escritor comprometido que aquel que se jura fidelidad a si mismo...” O como dijera en otro sitio el de Padrón, tú escribes y son luego
montón los que andaban esperándolo. Pero no prostituyas el oficio poniéndolo
a los pies del ídolo, entre otra razón porque es pecado...
“El escritor nada pide porque nada(...) necesita”. Es lo más parecido al santo anacoreta. Te quitas de fumar, del crucero trimestral por el Caribe y de viajar en metro y se te llenan solas las alforjas para el viaje. Que haga sol o diluvie es lo de menos.
“A la sociedad, para ser feliz en su anestesia(...) le sobran los escritores. Lo malo para la sociedad es que no ha encontrado la fórmula de raerlos de sí o de hacerlos callar. Tampoco está en el camino de conseguirlo”. Inténtense exorcismos, vituperios e incluso el silencio y el
escupitajo. Que al final se perciba amargamente que no ha servido para nada,
no es motivo para que dejen de procurarlo los simplones.
Para otro “Jaque”, las cuatro actitudes del escritor ante el político.
Pero sobre todo, no dejen de meterle un viaje a “La colmena”.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Sobre las cuatro actitudes del escritor ante el político, según prólogo de
su autor a “La colmena”, lo primero que debemos apuntar es el irrisorio papel que cumple en la Historia, la grande y la menuda, esa curiosa figura empeñada en anillarnos el hocico.
El escritor siempre se ha cegado con el político, de una u otra forma.
Quizá sea inevitable, al ser éste quien, con una mano, distribuye las gabelas y,
con la otra, te entrega sin titubeos al capricho del verdugo.
“Al escritor que se hubiera cambiado por el político”, dice Cela, “sucedió
el escritor que se conformaba con marchar al remolque del político”. Ambas
aficiones son letales, como cualquiera advierte (menos las dos clases de
escritores señaladas).
“Al escritor que se siente lazarillo del político (...) seguirá el escritor que
lo despreciará”. De la primera muestra tuvimos ya bastante, en al menos un
siglo de adhesiones fanáticas e inquebrantables, que algunos pretenden dilatar.
Lo saludable es lo último: un desprecio educado, que lo cortés no quita
lo valiente (los torpes suelen confundirlo, y es entonces cuando hay que
desembolsar el filo). Un desprecio indesmayable, mantenido a ultranza y contra
todo viento o marea, aunque ya no te inviten a los sitios, que visto uno, vistos
todos y cada vez se tiene más pereza de ir donde no quieres.
Al fin y al cabo, lo que escribes quedará para los tiempos venideros, así
rechinen dientes, que para entonces estarán echando en la huesa su eterna
sonrisa estupefacta. Como nosotros, pero la nuestra será de carcajada porque
al final ganamos la partida...
La gente vive engañada y bajo el efecto de la “foto fija”: lo que es hoy,
será mañana y de idéntica manera. Pero nada más mudable que la vida, que no cabe en ningún molde y esto, mejor que nadie, lo sabe el escritor.
No decimos que sea verdad cómoda, que ninguna lo es. Y si no que se lo digan a Miguel Servet y a Galileo, que se negaron a casarse con su mentira de época y en su cruz llevaron su calvario.
El político es el remero en el estanque del domingo de la Historia. Dicho igual, que no se aventura descubriendo el Orinoco. Y cuando las aguas suben
un poco de calado, comienza a ponerse nervioso y a sudar, haciendo nada
airosos aspavientos por ganar la orilla y convidar a las señoras a barquillo.
Llega el momento en que sólo quisieras leer tus propios libros. Llega el
momento en que no quisieras leer libros. No digamos escribirlos. Con lo fácil
que hubiera sido convertirse en protésico dental, cazador clandestino de
avutardas o manejador de los dineros de la Iglesia, aunque te pillen con las
manos en la masa, pero las veces que te libras, qué.
Habría que borrarlo todo y empezar de nuevo... con la salvedad de que
iríamos a parar al mismo mar, ni siquiera en bajel más aparente, y calafateando
el buque para que no entre demasiada agua en la sentina.
Es un libro viejo “La colmena”, se ha convertido en persona de fiar. Su
fabulador no necesitó del concurso del político para poblar su ficción de
personajes, como tampoco nos necesitan gatas para preñarse en los tejados.
Pues entonces.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

0 comentarios