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ARMAS bajo CONTROL.

ARMAS bajo CONTROL.

Las ARMAS avivan los conflictos, la pobreza y el sufrimiento.


En nuestro trabajo en todo el mundo, Oxfam, Amnistía Internacional y la Red Internacional de Acción Contra las Armas Ligeras somos testigos del coste humano de los abusos causados por las armas, y trabajamos en favor de un control más estricto del armamento convencional.

Sin un control estricto, las armas seguirán avivando los conflictos violentos, la represión estatal, la delincuencia y la violencia doméstica. A menos que los gobiernos actúen para detener la proliferación de armas, se perderán más vidas, se cometerán más violaciones de los derechos humanos y se negará a más personas la oportunidad de una vida digna.

La situación es crítica. Deben tomarse medidas urgentes inmediatamente. Los gobiernos deben emprender acciones a todos los niveles para poner fin al sufrimiento que provoca el descontrol en el comercio de armas.


El problema.

Cada día millones de hombres, mujeres, niñas y niños viven bajo la amenaza de la violencia armada. Cada minuto uno de ellos muere asesinado. Desde las bandas armadas de Río de Janeiro y Los Ángeles, hasta las guerras de Liberia e Indonesia, las armas están fuera de control.

Las armas ligeras contribuyen de forma significativa a la pobreza y al sufrimiento y desarrollan un papel clave en las violaciones de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario. Se infligen más heridas, muertos, desplazamientos, violaciones, raptos y torturas con armas ligeras que con cualquier otro tipo de armas. Por este motivo, el secretario general de Naciones Unidas las calificó como "las auténticas armas de destrucción masiva".

"Fue después del ataque cuando llegaron al pueblo armas para defenderlo. Pero entonces la amenaza sobre el pueblo fue mayor. ¿Por qué? Los (rebeldes) querían hacerse con las armas". Habitante de Yakawewa en Sri Lanka, 1998.

Demasiadas armas.


640 millones de armas circulan por el mundo y cada año se fabrican 8 millones más y 16.000 millones de balas: 2 por cada hombre, mujer, niña y niño del planeta.

Las armas son cada vez más dañinas y de efectos más indiscriminados para la población civil. Muchas armas son sencillas y duraderas: su uso no precisa de mucho entrenamiento y pueden seguir operativas durante más de 40 años.

"Ha bajado mucho el precio: solía ser seis vacas por un AK y ahora puedes conseguir un rifle nuevo por un buey y seis cabras". Charles Logwe, antiguo comerciante de armas en el norte de Uganda, 2001.

En manos equivocadas.

La falta de control en el comercio de armas hace que éstas viajen con demasiada facilidad y lleguen a manos de grupos y personas que las utilizan para violar las Derechos Humanos o el Derecho Internacional Humanitario.

Cuando no existe un control estricto, abusan de las armas tanto los ejércitos durante un conflicto armado, como los cuerpos de seguridad que ejercen la fuerza indebidamente, las empresas privadas de seguridad y las bandas criminales.

La violencia armada no se limita a las guerras, sino que se está generalizando en las calles y en los hogares de miles de familias. Actualmente, más de la mitad de las armas convencionales está en manos de civiles.

La industria armamentística.

"Los soldados de Georgia solían darnos balas de verdad para que jugáramos y, si les regalábamos vodka o cigarrillos, nos daban cualquier cosa - un arma pequeña o una granada". Georgi, de 14 años, Georgia.

El negocio de las armas es escenario de corrupción y sobornos generalizados, y se nutre de los beneficios que dan unas máquinas diseñadas para matar y mutilar a seres humanos. Entonces, ¿quién obtiene beneficios con este horrible comercio? Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU –Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China–son responsables del 88 por ciento de las exportaciones de armas convencionales de las que se tiene noticia. Desde 1998 hasta 2001, Estados Unidos, el Reino Unido y Francia obtuvieron, por la venta de armas a países en desarrollo, una suma superior a la que gastaron en Ayuda Oficial al Desarrollo.

Mientras lees esta página, 1.135 empresas, en más de 98 países, fabrican armas convencionales, munición y piezas.

Fuera de control.


Matar es cada vez más fácil: se puede hacer a mayor distancia, con mayor indiferencia y menor esfuerzo. Además, el suministro de armas a países donde se violan los derechos humanos es constante y transmite el mensaje de que la comunidad internacional tolera, e incluso respalda, este tipo de actos.

Por todo esto cabría esperar que este comercio estuviera estrictamente controlado, pero no es así. Mientras la atención internacional se centra en la necesidad de controlar las armas de destrucción masiva, el comercio de armas convencionales sigue en un vacío legal y moral. A día de hoy, no existe ninguna ley internacional exhaustiva y vinculante que regule el comercio de armamento convencional y las armas se siguen vendiendo sin ningún control sobre su destino y uso final.

Fuera de la ley.

El negocio de las armas no se parece a ningún otro. Debido a su relación con la seguridad nacional y la política exterior de cada país, lleva muchos años funcionando en un ambiente de secretismo, y su control no está regulado por la Organización Mundial del Comercio, sino por los diferentes gobiernos. Por desgracia, los gobiernos no siempre están dispuestos o son capaces de controlar las ventas de armas de forma responsable. Asimismo, lo más frecuente es que la legislación nacional, si la hay, sea lamentablemente inadecuada y esté plagada de vacíos legales. Además, los mecanismos existentes no son obligatorios y apenas se aplican.

Lagunas legales.

Algunos gobiernos exigen un Certificado de Uso Final que indique el destinatario de las armas y para qué van a utilizarse con el fin de impedir que caigan en manos equivocadas. Pero este sistema es fácil de sortear, ya sea porque el órgano que concede el permiso no hace casi nada para verificar la documentación, o porque los certificados se obtienen mediante canales corruptos. Muchas veces, las armas terminan en un lugar diferente porque el punto de destino citado en el certificado es sólo una parada de tránsito o sencillamente es falso.

Veamos, por ejemplo, el caso de Canadá: treinta y tres helicópteros militares canadienses se enviaron a Colombia –un país con un historial terrible en materia de derechos humanos– a pesar de que el gobierno canadiense tiene estrictos controles sobre la venta de armas a este Estado.

¿Cómo sucedió? Los vacíos en la ley canadiense permitieron que las armas fueran enviadas primero a Estados Unidos, un país para el que Canadá no exige Certificado de Uso Final, y donde no hay garantías de que las armas no serán nuevamente exportadas.

Los intermediarios.

Los intermediarios son los que organizan las transferencias entre los vendedores y los compradores. Muchos han sido acusados de suministrar armas a los peores conflictos del mundo, a zonas con graves crisis de derechos humanos y a países sometidos por la ONU a embargos de armas, como Angola, Afganistán, Iraq, Ruanda y Sierra Leona, por citar unos pocos.

En la mayoría de países la legislación sobre exportaciones de armas no regula el tema de los intermediarios. Y allí donde existe regulación, los “intermediarios-traficantes” sin escrúpulos, con la ayuda que reciben de los transportistas de armas y algunos bancos que les permiten tener cuentas bancarias en el extranjero, evitan ser detectados y ocultan bien el rastro que dejan.

Es necesario un control y regulación del tráfico, el transporte y los intermediarios que intrevienen en el comercio de las armas.

Licencias.

Un número cada vez mayor de fabricantes de armas exportan sus conocimientos y su tecnología a otros países con leyes más laxas en materia de armas, lo que permite que se fabriquen armas bajo licencia en territorios donde el control sobre las exportaciones es aún menor. De este modo, es muy fácil que los exportadores sorteen los controles que prohíben la venta de armas a los países en conflicto.

Los gobiernos de al menos 15 países, entre ellos Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Israel, Suiza y Alemania, permiten que las empresas concedan licencias para la fabricación de sus armas y munición en otros 45 países, muchos de los cuales tienen un control sobre la exportación de armas aún más débil. Esto aumenta las probabilidades de que las armas que fabrican caigan en manos equivocadas.

Las consecuencias.


En nuestro trabajo, Amnistía Internacional, IANSA y Oxfam, somos testigos a diario de cómo las armas se utilizan para perpetrar violaciones generalizadas de los derechos humanos, ya sea en conflictos, actos criminales, operaciones policiales, represión por parte del estado o en casos de violencia doméstica.

Las armas son un factor decisivo a la hora de instigar, prolongar e intensificar los conflictos y la violencia armada, incrementando las víctimas civiles. Las armas se utilizan arbitraria e indiscriminadamente para matar o herir, para amenazar a la gente y expulsarla de sus hogares.

A más largo plazo, las armas obstruyen las posibilidades de desarrollo e interfieren en los derechos de la gente a una vida digna y a los servicios de salud y educación.

Muchas víctimas.

Millones de hombres, mujeres y niños viven cada día bajo la amenaza de la violencia armada. Las armas se utilizan para matar, pero muy a menudo también se usan como método de coerción para realizar cualquier tipo de abuso: heridas y mutilaciones, reclutaciones a la fuerza, violaciones de mujeres a punta de pistola, reclutación forzosa de niños y niñas soldado, torturas y arrestos arbitrarios, desplazamientos de población, secuestros y raptos de rehenes, desapariciones, etc...

La violencia armada acaba con la vida de 500.000 personas al año y causa daños físicos, psicológicos y emocionales enormes a millones de familias. Comunidades enteras viven inmersa en el dolor y ven como la esperanza se convierte también en una víctima de las armas.

“¿De qué modo se espera que gritemos? ¿Cuánto dolor y sufrimiento se piensa que podemos soportar? ¿Cuántas cabezas y manos han de quedar mutiladas por los mísiles antes de que alguien nos preste atención?” Emily Baker, cuyo marido fue asesinado en el conflicto de Liberia, 2003.


Desarrollo interrumpido.

El gasto en armamento y en mitigar los problemas causados por las armas, disminuye la capacidad de los países de promover el desarrollo. África, Asia y América Latina gastan anualmente 22.000 millones de dólares en armamento. Sólo con la mitad de esta suma se habría podido lograr una educación primaria universal y la reducción de la mortalidad materno infantil.

En los países gravemente afectados por la violencia armada, el comercio y la producción se resienten, desaparece el turismo y la gestión estatal de las infraestructuras y los recursos nacionales se ve gravemente afectada.

A menudo, las armas se utilizan para impedir el acceso a hospitales, tierras de cultivo, escuelas y mercados: los centros de salud se convierten en objetivo militar, las escuelas cierran o son utilizadas como “campos de refugiados” y las tierras de cultivo están plagadas de minas. Esto empeora las condiciones de vida y provoca mayor pobreza.

Además, las armas obstaculizan el acceso a la ayuda humanitaria e incluso la manipulan y utilizan como arma de guerra.


Cultura de la violencia.

Impera el falso mito que las armas protegen.


“En mi pueblo todos los hombres tienen una pistola, una pistola propia. Si no tienes una propia, en ese caso “Yu nogat nem”, no eres nadie en el pueblo. Pueden violar a tu mujer. Pueden robarte. Pueden hacerte cualquier cosa”. Francis Danga, Papúa Nueva Guinea, 2000.

La presencia de armas genera un clima de miedo que alimenta la percepción de inseguridad y lleva a demandar más armas: grupos e individuos inseguros deciden armarse con el fin de protegerse y sus actos son interpretados como una amenaza por otros, que a su vez, también se arman. Así se refuerza un círculo vicioso que es difícil de romper y que provoca una carrera de armamento con el grupo, comunidad o país vecino.

Tener y utilizar armas es cada vez más habitual en todo el mundo. Su poder es a la vez simbólico y real: no es preciso usarlas para que tengan efecto. Además su posesión resulta atractiva y acaba contaminando símbolos, actitudes, valores y creencias de las culturas.

“Antes se asaltaba pero nunca se mataba. Sin embargo, cuando la gente tiene armas, empieza una carrera armamentística como muestra de poder. Si la comunidad vecina adquiere armas, ellos también”. Francis Komen, subinspector de districto en Isiolo, norte de Kenia, 2002.

“Los hombres que mataron a estas chicas creen estar fuera de la ley: llevan pistolas como si llevaran joyas -para parecer “gángsteres”- y en algún momento las utilizarán. Si no encontramos el modo de hacer que reintegren en la sociedad, continuarán matando y destrozando vidas, ya que no tienen otro sistema de valores que no sea el de las armas”. Trabajador universitario de Birmingham, Reino Unido, tras el asesinato de dos chicas, enero de 2003.

¿Actuar ahora?.

La situación se encuentra en un punto muy crítico. Hay millones de armas en circulación y pueden encontrarse prácticamente en cualquier rincón del mundo. A menudo se utilizan para cometer flagrantes violaciones de los derechos humanos y millones de personas están sufriendo las consecuencias. Se requiere una acción gubernamental inmediata. Los gobiernos tienen la obligación de proteger a sus ciudadanos dentro de sus fronteras, pero también de hacer todo lo posible para prevenir la vulneración de los derechos humanos y los crímenes de guerra en otros países.

Guerra contra el terror.


La “guerra contra el terror” tendría que haber centrado la voluntad política en prevenir que las armas cayeran en manos equivocadas. Pero desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, algunos proveedores han relajado sus controles con el fin de armar a los nuevos aliados contra el terrorismo, independientemente de su desprecio por lo derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario.

Armas como norma.

Asimismo, estamos presenciando un cambio a largo plazo en el que las armas se están convirtiendo en una parte integral de la vida – y, por consiguiente, en un instrumento letal cada vez más común – en comunidades y ciudades de todo el mundo. La posesión y uso de armas cada vez más mortíferas se está convirtiendo en la norma.

El reto que afronta la comunidad internacional es urgente: los gobiernos deben cooperar para controlar y limitar las transferencias de armas y la proliferación de su producción. En contra de los que argumentan que no se puede hacer nada para controlar la entrada de armamento, Oxfam y Amnistía Internacional creemos que si es posible.

Las soluciones.


Mientras la atención internacional se centra en la necesidad de controlar las armas de destrucción masiva, el comercio de armas convencionales sigue en un vacío legal y moral. Los mecanismos existentes no son obligatorios, apenas se aplican y están plagados de lagunas legales. Por ello, Amnistía Internacional e Intermón Oxfam proponemos una acción urgente y combinada, desde el ámbito comunitario hasta el internacional, con el fin de controlar la proliferación de armas y el abuso de ellas de manera efectiva.

Ámbito local - Comunidades más seguras.

Hay que lograr reducir la demanda de armas en las comunidades más afectadas por la violencia armada. Para ello, es imprescindible restablecer la confianza en la seguridad no armada. ¿Cómo?

--- a través de programas de resolución no violenta de conflictos
--- a través de programas de recolección y destrucción de armas
--- controlando los arsenales de los cuerpos públicos para que no sean revendidos a traficantes
--- reformando el sector policial, militar y de seguridad
--- llevando a los tribunales y condenar las violaciones de derechos humanos para poner fin a la impunidad


“Soy una víctima. Me robaron el ganado. No nos quedó otra alternativa que utilizar las pistolas para proteger a nuestras familias de los asaltantes. (...) Renunciar a las armas no es un problema siempre que me puedas garantizar que nuestros vecinos también están desarmados y que puedas asegurar mi protección”. Habitante de Kina, Isiolo, norte de Kenia, 2002.

Ámbito regional - Reforzando los instrumentos existentes.


Deben desarrollarse y reforzarse los acuerdos regionales sobre control de armas así como establecer controles para proteger el Derecho Internacional Humanitario y los derechos humanos.

Entre las iniciativas regionales impulsadas hasta hoy, tenemos que fijarnos en la UE, que en 1998 aprobó un Código de Conducta en materia de Exportación de Armas, con el fin de establecer criterios para los gobiernos a la hora de autorizar o denegar licencias de exportaciones de armas. De momento, este instrumento no es obligatorio, pero creemos que su fortalecimiento es imprescindible y por ello, es uno de los objetivos que persigue la campaña.

Ámbito nacional - Necesidad de una Ley española.

En España, como en otros países, tenemos deberes pendientes: necesitamos mayor control y transparencia en las exportaciones de armas. Es urgente elaborar una ley para poner fin a las lagunas legales existentes que facilitan el tráfico ilegal y para supervisar de forma estricta el uso final de las armas.

Con las anteriores campañas para el control de las exportaciones españolas de armas (“Hay secretos que maten” y “Adiós a las armas”), se avanzó en la transparencia y responsabilidad del gobierno. Sin embargo, se siguen autorizando ventas a destinos muy sensibles y sin garantías.

En España hay mucho que hacer: la aplicación estricta del Código de Conducta de la UE, conseguir una ley sobre transparencia informativa, así como un estricto control parlamentario de las exportaciones de armas, son sólo algunas de las asignaturas pendientes.

Ámbito internacional - Necesidad de un tratado internacional.

Mientras la atención internacional se centra en la necesidad de controlar las armas de destrucción masiva, el comercio de armas convencionales sigue sin una legislación eficaz.

En los últimos años, se ha admitido el problema de la proliferación ilícita de armas ligeras y se han tomado algunas medidas importantes: firma de los Principios Reguladores de las Transferencias de Armas Convencionales, adopción del Código de Conducta de la Unión Europea y desarrollo de unas “directrices sobre buenas prácticas”. Sin embargo, los mecanismos existentes no son obligatorios, apenas se aplican y están plagados de lagunas legales.

Por este motivo, es imprescindible conseguir que todos los gobiernos del mundo adopten un Tratado Internacional sobre Comercio de Armas exhaustivo y de obligado cumplimiento que regule todo el armamento convencional, como ya existe para las armas de destrucción masiva.


Este Tratado ayudará a impedir que las armas caigan en manos de asesinos indiscriminados y de responsables de abusos y violaciones de los derechos humanos.

El Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas.

El Tratado Internacional sobre Comercio de Armas obligará a los gobiernos firmantes a controlar sus transferencias de armas de acuerdo con los principios de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.

¿Qué proceso debe seguir el Tratado?.

1º- Las ONG elaboramos un proyecto de tratado que está siendo presentando a los gobiernos y que reúne en un solo documento, las obligaciones de los Estados en materia de exportaciones de armas.

2º - Una vez recibido el proyecto de Tratado, aquellos gobiernos interesados convocarán una conferencia de estados para redactar el Tratado de Comercio de Armas.

3º- Desde entonces, deberá ser firmado y ratificado por un número determinado de Estados para que entre en vigor.

4º- Una vez haya entrado en vigor y se incorpore en la legislación de los países que lo hayan ratificado, se podrá recurrir a los tribunales de justicia cuando este se incumpla.

¿Qué aspectos concretos regulará el Tratado?.

1. Obligará a todos los Estados a elaborar unos procedimientos para transferir armas.
2. Prohibirá las transferencias de armas a países sometidos a embargos.

3. Prohibirá las transferencias de armas que tienen efectos indiscriminados o causan sufrimiento innecesario, como las minas o las armas cegadoras o láser.

4. Prohibirá las transferencias de armas a países donde se cometan violaciones de los derechos humanos, el Derecho Internacional Humanitario, genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.

5. Denegará las transferencias cuando exista el riesgo de que vayan a utilizarse para cometer delitos violentos o cuando puedan poner en peligro la seguridad regional y el desarrollo sostenible.

6. Aplicará estos principios por igual a Estados, intermediarios y transportistas.

El Tratado no se plantea ni pide una prohibición total de las armas, sino un control estricto de su comercio y su uso. Aunque algunos tipos de armas sí están prohibidas, la mayoría tienen un uso legítimo según el Derecho Internacional para la autodefensa y la protección de los ciudadanos. Sin embargo, el Derecho Internacional también exige que se respeten los derechos humanos y las libertades. Lo que persigue el Tratado es que se cumplan estas normas de forma efectiva y que se pueda recurrir a la justicia en caso de que estas obligaciones se incumplan.

Ya son diez los países que apoyan la iniciativa de un Tratado Internacional de sobre Comercio de Armas: Costa Rica, Mali, Camboya, Finlandia, Islandia, Kenia, Eslovenia, Brasil, Holanda y Macedonia.

Ejemplos de cómo funcionará el Tratado.

En Kenia, en 1997 la policía entró en una catedral tras unos manifestantes y lanzó gases lacrimógenos y pelotas de goma. Amnistía Internacional descubrió que los gases habían sido fabricados en el Reino Unido. Tras una fuerte campaña, consiguió que el gobierno británico denegase una exportación del mismo material al mismo país por valor de 1’5 millones de libras. En 1999, la policía usó de nuevo e indebidamente gases lacrimógenos y Amnistía descubrió que una empresa francesa (Nobel Securite) había proporcionado a Kenia el material que el gobierno británico había denegado exportar, violando así el Código de Conducta de la UE. Si el Tratado Internacional hubiera estado en vigor, y ambos países fueran Estados partes, no se hubieran llevado a cabo esas transferencias.

Nepal. Alemania rechazó la solicitud de venta de unos rifles G36 a Nepal, pero Bélgica la aceptó. En verano de 2002 un ministro verde del entonces gobierno de coalición dimite a causa de esta venta y origina una crisis de gobierno. Finalmente la crisis se resuelve con la mejora de la ley belga, que entre otras cosas, incorpora a su ley de exportaciones el Código de Conducta de la UE. Este hecho muestra la necesidad de instrumentos legalmente vinculantes y de un instrumento jurídico global, que se pueda aplicar a todos los países por igual.

 

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