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Constatación del fracaso del Plan Ibarretxe.

Constatación del fracaso del Plan Ibarretxe.

El resultado de las elecciones al Parlamento Vasco, celebradas ayer, demuestra el fracaso del plan Ibarretxe como elemento de enganche del nacionalismo gobernante, dispersa el voto abertzale y permite recuperar posiciones a las formaciones no-nacionalistas. El resultado de las mismas obliga al entendimiento pero, al mismo tiempo, complica la gobernabilidad del país. Frente a la excepcional participación de 2001, la menor afluencia de votantes ayer acabó favoreciendo a una izquierda abertzale revitalizada con la aparición de las siglas EHAK.

El lehendakari Ibarretxe, disolvió la Cámara vasca tras recibir la rotunda negativa de las Cortes Generales a la tramitación de su plan. Es cierto que durante la campaña, Ibarretxe y su partido han mantenido el proyecto de nuevo estatuto para Euskadi en un segundo plano de su mensaje, oculto tras su llamamiento a reunir los votos suficientes para obligar a negociar a Zapatero y a Rajoy. Pero de igual forma que la victoria de 2001 le permitió a Ibarretxe interpretarla como un mandato para la elaboración y tramitación de su plan, parece evidente que los resultados de ayer desautorizan lo anunciado por Ibarretxe respecto a sus propósitos inmediatos. El hecho de que tras forzar al límite los esfuerzos por sacar adelante el plan, Ibarretxe haya obtenido tan exigua renta es el reflejo de dos hechos evidentes: dentro de la comunidad nacionalista han sido las posturas más independentistas las que han capitalizado la efervescencia soberanista, mientras que la actitud supuestamente negociadora del lehendakari no ha cuajado ni un ápice entre los electores no nacionalistas. La fingida centralidad de la que el lehendakari Ibarretxe ha venido haciendo gala ha mostrado su fragilidad, hasta el punto de que resultaría absurdo que él y su partido se empecinaran en atarse a un proyecto naufragado por miedo al vacío.

La situación política resultante se atomiza en la medida en que a las seis opciones electorales que logran representación, y a la luz del propio resultado obtenido, habría que sumarle la actitud que vaya a mantener Eusko Alkartasuna. Pero, además, la decepción que el escrutinio ha debido suscitar en el seno del PNV reabrirá el debate interno. En 2001 la coalición PNV-EA optó por un compañero -Ezker Batua- conformando una alianza tripartita que el propio lehendakari Ibarretxe convirtió en su opción de futuro. Esa opción, que a lo largo de la pasada legislatura y con 36 escaños, resultó insuficiente para garantizar una gobernabilidad estable ha pasado a sumar 32, convirtiéndose en una solución caótica para el gobierno de Euskadi. Ibarretxe, como candidato a lehendakari de la primera fuerza política, deberá asumir el cometido de entablar las negociaciones para la formación del próximo gobierno. Pero el escenario de esa negociación es tan distinto al que él se imaginaba previamente que incluso ha podido erosionar su liderazgo respecto a su partido y a la coalición con EA.

La irrupción de la izquierda abertzale en el Parlamento vasco mediante un procedimiento que sortea los requisitos de la Ley de Partidos constituye una noticia dolorosa, especialmente para quienes de forma más directa han sufrido y continúan padeciendo los efectos del acoso terrorista, e implica un motivo de preocupación en lo que puede representar un factor de recuperación anímica de la trama que rodea al terrorismo etarra. Sin embargo, todo ello no puede negar la otra evidencia: la existencia en Euskadi de 150.000 personas dispuestas a secundar el discurso de la izquierda abertzale, mientras se muestran entre satisfechas e indiferentes respecto al daño que en vidas y en libertad viene causando ETA.

La sociedad vasca y el conjunto de la sociedad española necesitan que las instituciones de Euskadi regresen a la normalidad. Es imprescindible que el País Vasco se dote de una mayoría de gobierno suficiente que cuente con el respaldo necesario para administrar los recursos legales y materiales de la autonomía. Junto a ello, los resultados invitan y obligan a restablecer cauces de entendimiento y consenso que, desde la renuncia a posiciones unilaterales y a la amortización soberanista del Estatuto, exploten las potencialidades que encierra éste. El PNV ha salido de las urnas como el partido llamado a iniciar las gestiones que garanticen la gobernabilidad de Euskadi. Pero es evidente que el escrutinio le obliga a revisar y corregir el rumbo que adoptó hace ya siete años. La opinión pública vasca y el resto de las fuerzas democráticas pueden respetar un tiempo de ’impasse’ para ver hacia dónde encamina sus pasos el PNV. Pero el partido de Imaz e Ibarretxe, de Egibar y Arzalluz no podrá esperar compresión alguna si trata de soslayar las evidencias electorales y continúa por la vía del soberanismo como si aquí no hubiese pasado nada.


@torres.

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