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Mujeres azotadas y condenadas a morir lapidadas.

Mujeres azotadas y condenadas a morir lapidadas. Aun hoy, en pleno siglo XXI, en 31 países del mundo se aplican penas físicas, entre ellas el marcaje con fuego o el apedreamiento, que afectan en su mayoría a mujeres.

En todo el mundo miles de mujeres sufren agresiones físicas (en muchos países en aplicación de su legislación penal), que llegan hasta la muerte, ejecutada de las maneras más brutales y crueles que uno desde aquí puede imaginar. Desgraciadamente hay muchos casos que sustantivan dicha barbarie, como es el caso de Safiya Hussani, nigeriana de 30 años condenada a morir lapidada por cometer adulterio, o el de Amina Lawal, también nigeriana, procesada por igual motivo, la cual, al final, afortunadamente, fue absuelta. Pero ellas, desgraciadamente, no son las únicas, pues, como ya dijimos, en 31 países, las penas corporales forman parte de la legislación vigente por aplicación de la Ley Islámica (Sharia). Muchos de estos países, sin embargo, han firmado (cruel paradoja) el Pacto de Derechos Civiles y Políticos que prohíbe expresamente penas crueles, degradantes e inhumanas y la Convención contra la Tortura. Afganistán, Arabia Saudí, Bahamas, Botsuana, Emiratos Árabes Unidos, Rusia (Chechenia), Irak, Irán, Kenia, Libia, Nigeria, Pakistán, Singapur, Somalia, Sri Lanka, Sudán, Tanzania, Yemen y Zimbabue, son algunos de los países que aplican penas físicas.

Estos castigos físicos se aplican mayoritariamente a mujeres. Además de la pena de muerte, los tribunales imponen castigos corporales como la amputación de miembros, la flagelación o el marcado a fuego. Los llevan a cabo funcionarios del Estado, en ocasiones en público y están revestidos del manto de respetabilidad que rodea a los castigos legales. En algunos países, las víctimas han sido condenadas a penas de hasta 100 latigazos, que les han producido discapacidades permanentes y otras han muerto.

Abok Alfa Akok, una mujer sudanesa, consiguió gracias a la presión internacional que se anulara su sentencia a morir lapidada. La reducción de pena consistió en 75 latigazos que le fueron propinados de inmediato. A pesar de que Abok es miembro de la etnia dinka, cristiana y animista, fue condenada por la ley islámica. Y aunque sólo habla inglés y dinka, el juicio se desarrolló en árabe. Otras mujeres no fueron tan afortunadas como esta mujer sudanesa: en Irán, una mujer fue lapidada tras ser declarada culpable de “corrupción en la tierra” por haber aparecido supuestamente en una película pornográfica.

Pero además del Estado, son muchos los agresores que hacen que las mujeres continúen siendo las principales víctimas de la violencia, ya sea en las guerras, en el seno de la familia o en las prisiones. En países como Kenia, las leyes protegen los delitos sexuales dentro del matrimonio. Y en Pakistán, Irak, Jordania y Turquía son frecuentes los asesinatos de mujeres por honor, el cual puede ser ofendido por razones tan diversas como mirar a otro hombre de manera sospechosa o negarse a contraer matrimonio.

Los datos son escalofriantes y aterradores. Según la ONU, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido abusos físicos o psíquicos. En Europa, una de cada cinco mujeres ha sufrido la violencia doméstica, según la propia Unión Europea. Y según afirma la organización de las Naciones Unidas cerca de 130 millones de niñas han sufrido mutilaciones sexuales y dos millones más corren el riesgo de sufrir esas prácticas cada año. En Estados Unidos una mujer es golpeada cada 15 segundos y 700.000 son violadas cada año, según un informe oficial. En Egipto, el 35% de las mujeres acusan a sus maridos de malos tratos, según informe de Amnistía Internacional.

Según la citada organización de derechos humanos, que lleva recogiendo testimonios de mujeres torturadas en todo el mundo desde 1997, en la gran mayoría de los casos, los culpables siguen sin ser procesados. Es el caso de Zeynep Avci, una mujer kurda torturada por policías turcos en 1996: “Me pusieron una esponja mojada en la nuca e hicieron que me recostara sobre un banco eléctrico. Me dieron descargas eléctricas durante varias horas; después me pusieron sobre otra mesa y trajeron una porra. Me dijeron: ’Arrodíllate’ y me metieron lentamente la porra en el ano. De pronto me empujaron y me obligaron a sentarme encima de la porra. Empecé a sangrar, uno de ellos se subió sobre mí y me violó”. Una guineana relata cómo fue agredida por soldados cuando fue arrestada por manifestarse en 1998: “Me violaron hasta que perdí el conocimiento [...]; todavía hoy me encuentro totalmente perdida”

Los terribles hechos anteriormente citados están reflejados en el informe "Cuerpos rotos, mentes destrozadas. Torturas y malos tratos a mujeres" publicado por Amnistía Internacional.

La violencia contra las mujeres tiene sus raíces en una cultura global que les niega a ellas los mismos derechos que al hombre. El relativismo cultural ya no es un argumento válido. Los Gobiernos de todos los países del mundo deben condenar la violencia contra las mujeres, erradicar las leyes discriminatorias. La cultura y la religión no es una excusa para las atrocidades que se cometen con y contra la mujer. Alguna religión contribuye a la discriminación de la mujer, pero más aun la interpretación que algunos países hacen de esa religión.

A. Torres Sánchez.

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