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Brigantium

Arte de las PUTAS (extractos).

Arte de las PUTAS (extractos).

HERMOSA Venus que el amor presides,
y sus deleites y contentos mides,
dando a tus hijos con abiertas manos
en este mundo bienes soberanos:
pues ves lo justo de mi noble intento
déle a mi canto tu favor aliento,
para que sepa el orbe con cuál arte las gentes deberán
solicitarte, cuando entiendan que enseña la voz mía

tan gran ciencia como es la putería.
Y tú, Dorisa, que mi amor constante
te dignaste escuchar, tal vez amante,
atiende ahora en versos atrevidos
cómo instruyo a los jóvenes perdidos,

y escucha las lecciones muy galanas
que doy a las famosas cortesanas.
Mas ya advertido mi temor predice
que al escuchar propuestas semejantes
tu modesto candor se escandalice;
pues no, Dorisa bella, no te espantes
que no es como en el título parece,
en la sustancia esta obra abominable.

[...]

A mi Musa también decir le agrada
dónde hay la provisión más abundante.
La famosa bodega del Chocante
y otras muchas, están despatarrando
mil mozas con el néctar dulce y blando


que da el manchego Baco a sus gaznates.
La gran casa también es bien que trates
a quien Jácome Roque dio su nombre,
y entrando en ella no saldrás para hambre.
Los barrios del Barquillo y Leganitos,

Lavapiés bajo y altas Maravillas
remiten a millares las chiquillas,
con achaque de limas y avellanas;
salado pasto a lujuriosas ganas.
También alrededor de los cuarteles


rondan los putañeros más noveles
las putas mal pagadas de soldados,
pues en Madrid hay más de cien burdeles
por no haber uno sólo permitido
como en otras ciudades, que no pierden

por eso; y tú, Madrid, nada perdieras,
antes menos escándalo así dieras.
Pero, ¿de qué me admiro que en serrallos
no se gaste el dinero, cuando ha habido
sujeto tan sabiondo que decía

que para nada a la nación servía
la Academia Española? Yo a mi cuento
vuelvo, y no siento el haberme distraído.
Ni le pesará al chusco haber venido
debajo de la Real Panadería,

donde chupando sin cesar cigarros
los soldados están de infantería:
verá allí a la Morilla, a la Mellada,
y ¡oh Juanita! serás también cantada
de mis versos; ¡qué chusca estabas antes


de haber tantos virotes ablandado,
que te encajaron de asquerosas bubas
y en un portal baldada te han dejado!
A las chicas también que venden uvas
por las calles, embiste y logra caza

de la Cebada en la espaciosa plaza,
al tiempo que ya vaya anocheciendo,
y allí como dos líos de colchones
dará sus grandes tetas la Ramona.
Tú también, Puerta y Puente Toledana,

franquear soléis el paso a la Gitana,
y ella a los concurrentes su persona.
¿Quién niega de burdel la gran corona
a la barranca fiel de Recoletos,
las Arcas y la Fuente Castellana?

En el hoyo vi yo a la Perpiñana,
a vista del camino de Hortaleza
plantar nabos con tanta ligereza
que una tarde arrancó y plantó hasta ciento.
No dejarán tu miembro descontento

las camaristas chicas del famoso
Paseo Verdegay de las Delicias
la Rosuela, Caturria y Medio Coño
(llaman así una moza del trabajo,
y en verdad que aunque chico, él es entero),

te harán venir el golpe a cuatro vientos.
Y si de andar te hallares con alientos,
el soto de Luzón a la Pelada
te ofrece junto a un árbol recostada.
No callaré tampoco los nocturnos


pasatiempos que da también el Prado,
vi clérigos y frailes embozados
amolar la Vicenta y la Aguedilla
y por los granaderos maltratados.
Mas sólo con andar toda la Villa

encontrarás remedio en los portales
desarrugando un poco tu resmilla.
Supongo que continuo armado sales
del condón, tu perenne compañero,
y así no ensuciarás los hospitales.

La calle Angosta que frecuentes quiero,
con la Ancha a quien su nombre dio Bernardo,
ni en la de Fuencarral has de ser tardo,
o en la que al forastero hace notoria
de Jacome de Tezzo la memoria.

Los vecinos que habitan la alta calle
que acuerda el lugarcillo de Hortaleza,
están hechos a hallar en sus zaguanes
cuatro patas a oscuras. Se tropieza
y se pasa tragando, callandito,

envidia y miedo, de ambos un poquito.
De Jerónimo el Magno en la Carrera,
en la Puerta del Sol todas las noches,
y en la calle también de la Montera
al son de los chasquidos de los coches

se enfalda la salada Calesera,
la basquiñuela, que al revés se pone
de miedo de emporcarla tantas veces,
y la Rita, arrugando en mil dobleces
la mantilla y las sayas que hace almohadas,

aquella a la cabeza, éstas al culo,
con la una mano y grande disimulo
te toma los testículos en peso
y al verte absorto, con el rabo tieso,
dirige a su bolsillo esotra mano

y de raíz te arranca si no aprietas
con tus manos las suyas, y sus tetas.
Y en fin, todo Madrid al ser de noche
le da a un hombre de bien mil portaleras,
y aunque pobres, no gálicos infieras

que albergan en sus ingles: más seguras
que las de rumbo son: éstas no tienen
de Holanda y de Cambray las blandas mudas;
con todos sus males a los ojos vienen
sin que oculte el engaño la limpieza,

pues nada disimula su pobreza;
mas si ésta le fastidia a tus intentos,
oye a mi Musa nuevos documentos.

[...]

PORQUE, según el género de caza,
dispone el cazador las prevenciones;
no echa a los fieros lobos los hurones,
ni dispara a las tímidas alondras

con balas de cañón de artillería,
que aquello poco y mucho esto sería,
y así son menester astucias nuevas,
si a la Marcela o chusca Sinforosa
de tu amor quieres dar líquidas pruebas,

o a la Isidra que ostenta vanidosa
por su cotilla aquel gran mar de tetas
donde la vista en su extensión se pierde
y mueve tempestad en las braguetas;
o si echar a perder un trigo verde

quieres con la Torre, santificada
con el miembro del clérigo que espera
fruto de bendición, encarcelado
por esto y por hallarse lo guardado;
o si a la Coca o Paca la Cochera


con tu virilidad atragantarlas
la garganta de abajo boca arriba;
o bien si de la Cándida muy seria
te quieres arrastrar por la barriga.
Vosotras, madre e hija, las Hueveras,

en mi canto también seréis loadas,
y no menos vosotras, las Canteras,
y la Roma, con morros abultados,
y el esponjoso empeine muy peludo
almohadón a los miembros ya cansados.

Ni dejarán mis versos en silencio
la Antonia de ojos negros, que reciente
de mi amorosa herida aún se resiente;
ni a la Marina, ni callar yo quiero
la Alquiladora que estafó a Talongo,

ni a ti, la escandalosa Policarpa,
que te hacen más lugar que a un aceitero.
No puedo menos de aplaudir, Carrasca,
el acorde vaivén de tu galope;
ningún miembro por grande se te atasca,

¡Oh Carrasca, blasón de las pobretas,
de grandes muslos y pequeñas tetas!
Ni serán de mis Musas, no, cantadas
la Teresa Mané que ha cuatro días
salió de Antón Martín de carenarse,

la Felipa y majísima Nevera,
Luisa, Giralda, y tú, Caracolera,
y la Narcisa, célebre gitana,
y la Carreterota, catalana.
También la Vinagrera que de gusto

tanto tiempo sirvió a su señoría;
pero aunque el arte de la putería
no tuviera más bien que haberme dado
la Alejandra una noche en matrimonio,
que luego a la mañana fue anulado,

eternamente yo lo celebrara.
¡Qué empeine vi, qué pechos y qué cara!
Pero dejemos esto, que escribiendo
solamente, me estoy humedeciendo,
y ¡oh Pepita Guzmán! a ti me vuelvo.

A cualquier fraile la flaqueza absuelvo
de ahorcar por ti los hábitos; disculpa
tienen los que por ti se estoquearon,
mas no de que los dos no se mataron.
Primero el astro que a la luz preside

faltara al cielo, que mi verso olvide
¡oh Belica! tu gracia y tu belleza;
miente la fama que a decir empieza
que es tu amor sabrosísimo homicida;
no es sino capaz de infundir vida.

Las putas mienten con decir que matas,
Dios guarde al que bien sabe que es mentira.
Por desacreditarte y comer ellas
tal voz esparcen; mas tus carnes bellas,
el alto empeine y su penacho bello

de negro pelo y tu mimado halago
embelesa al que logra merecello.
No lo logró el presbítero taimado
por más que hizo; rabió de envidia y celos,
te acusó de un delito impune en otras

y por tu gran presencia, a la Galera
el baldón le mudó de horrible en fiera,
donde, aunque allí mil fueron sentenciados,
fueran muchos, mas pocos los forzados.
Bien sé yo, aunque eres puta, tus virtudes,

que bien cabe virtud en una puta;
y así no querrás tú que haga injusticia
con mi silencio a la Poneta-y-Pona
que por treinta dineros a un viejo
le entretiene con blanda y dulce risa,


con genio juguetón, chiste y gracejo,
que en esto se parece a mi Dorisa.
Mas ¿dónde, arrebatado, haciendo alarde
del batallón de Venus, me transporto?
¿Cuál ingenio será que a tanto baste?

[...]

AUTOR: Nicolás Fernández de Moratín (Madrid, 1737-1780).

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