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El Dorado.

El Dorado.

Después del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, numerosos aventureros y soldados españoles, los conquistadores, se lanzan a la conquista del nuevo continente, atraídos por su fama de inmensa riqueza, apoyados en el mito de El dorado.

Perú, cuyo subsuelo estaría, según se dice, repleto de oro, ejerce una fascinación extraordinaria sobre estos hombres ansiosos por enriquecerse. Además, la magnitud de los botines de Hernán Cortés en México y de Pizarro en el Perú parece confirmar la idea de que ese reino existe realmente.


El cacique de Guatavita.


El mito de Eldorado encuentra su origen en la leyenda del "hombre dorado". El cronista e historiador Gonzalo Fernández de Oviedo sitúa la primera aparición oficial de esta leyenda en 1534. Sin embargo, hacía varios años ya que los españoles escuchaban insistentes rumores sobre ese reino, situado en alguna parte al interior de las tierras.

El mito de Eldorado encuentra su origen en la leyenda del "hombre dorado". El cronista e historiador Gonzalo Fernández de Oviedo sitúa la primera aparición oficial de esta leyenda en 1534. Sin embargo, hacía varios años ya que los españoles escuchaban insistentes rumores sobre ese reino, situado en alguna parte al interior de las tierras.


Los indios chibchas, nativos de Cundinamarca, el "país del cóndor" (la actual Colombia), celebran cada año una extraña ceremonia. Durante esta ceremonia un cacique, o sea, un soberano local, se unta de grasa de tortuga y de polvo de oro y luego camina, resplandeciente, en medio de sus súbditos, que cantan su alegría y baten tambores. El rey y los nobles suben a una piragua y en medio del lago Guatavita lanzan oro y esmeraldas como ofrenda a los dioses. Finalmente, el cacique se sumerge en el lago y reaparece en medio de un estallido de aplausos.

Así nace la leyenda del "hombre dorado" llamada luego, simplemente, El Dorado, supuesto rey de un país mágico. Pero, a lo largo de los años, el mito sigue modificándose y Eldorado -en una sola palabra- se convierte en el reino mismo del oro, cuyas calles están pavimentadas con pepitas y donde casas y objetos están cubiertos con metales preciosos.

El primero en lanzarse a la búsqueda de Eldorado es un hombre cruel: el alemán Ambroise Alfinger. Financió sus expediciones, entre 1529 y 1538, vendiendo indios marcados con fuego como esclavos en Santo Domingo.

Al salir de Coro, Venezuela, sube por el río Magdalena, masacrando a su paso varias tribus indígenas, con el fin de aplastar cualquier intento de rebelión. pero, extraviado y con su tropa dispersa, Alfinger debe abandonar su búsqueda, despúes de varios años de esfuerzos infructuosos, cuando se encuentra apenas a algunas decenas de kilómetros de Cundinamarca. Durante un violento enfrentamiento con los indios, recibe en el cuello un flechazo envenenado y muere al poco tiempo.


Este fracaso no disuade a los demás conquistadores. Uno sólo, sin embargo, alcanza el éxito: el español Gonzalo Jiménez de Quesada, un antiguo abogado fascinado por la aventura, que recibió del biógrafo Germán Arciniegas el sobrenombre de "el caballero de Eldorado". Después de un largo y difícil periplo, durante el cual sus hombres son acosados por los indios y consumidos por las fiebres tropicales, penetra en enero de 1537 en Cundinamarca y conquista la capital, Bogotá. Encuentra, efectivamente, oro y diamantes, pero nada que se parezca a las inagotables reservas que el reino del oro poseía supuestamente.

Esta desilusión convence a los conquistadores de que Eldorado se encuentra en otro lugar. Por ello, se dirigen en vano al este, hacia el Orinoco y las Guyanas (1559-1569). A pesar de los fracasos, el sueño de Eldorado sobrevive todavía en el siglo XVI. Los maravillosos relatos del explorador inglés Sir Walter Raleigh contrubuyen a propagarlo en elos siglos XVII y XVIII; incluso Voltaire sitúa ahi una aventura de Cándido.


El fin del mito.

La leyenda muere definitivamente a principios del siglo XIX, a manos del sabio aleman Humbolst. A petición de los españoles, que todavía creen en Eldorado, explora los valles del Apure y del Orinoco. Sus apuntes topográficos, de gran precisión, no dejan ninguna duda: Eldorado no existe.

En 1594, unos arqueólogos colombianos establecen que un meteorito cayó hace miles de años en las aguas del lago Guatavita. La ceremonia del "hombre dorado" conmemoraba, tal vez, ese acontecimiento, junto con rendir homenaje a un dios que se supone descendió al fondo del lago. Y los conquistadores españoles, pagando el precio de grandes sufrimientos, tal vez no hicieron más que perseguir una estrella fugaz, apagada hace siglos.

Varias fuentes. Recopilación realizada por A. Torres Sánchez.

Los Incas.

Los Incas.

A lo largo de toda la cordillera andina, iluminado por el sol, la tupida y extensa vegetación y la sugestiva presencia de los insondables riscos que incluso hoy continúan cautivando el ánimo, se alzó imponderable, a 3.400 metros de altitud, Tahuantisuyo, o el más conocido Incario (país de los Incas). Esta impresionante región que se extendía a lo largo de toda el área cultivable de los andes peruanos y parte de Colombia fue la patria y el signo de identidad de la que probablemente haya sido una de las sociedades primitivas más considerables y también complejas de las que se tiene conocimiento.


Los Incas eran una civilización extensa y abundante. Se expandieron a lo largo de toda la zona costera de la cordillera andina y habitaron incluso las más inaccesibles zonas de la sierra donde fueron precursores de un sistema agrario que les permitía el asentamiento permanente en lugares donde el cultivo era complicado la mayor parte del año. El regadío se realizaba con agua de lluvia recogida y racionada de forma ingeniosa, de manera tal que la cosecha resultaba siempre fructífera y abundante en cualquier época, proporcionando así una calidad de vida altamente razonable para una sociedad que no hubiera podido comprender ni por somero acercamiento ninguno de los adelantos del mundo moderno.


Desde luego, los Incas no eran populares entre sus contemporáneos precisamente por su forma de cultivar la tierra o almacenar recursos para las temporadas difíciles, aunque es lógico que estos adoptaran aquellas costumbres. Si algo fue lo que hizo que los Incas fueran los insignes soberanos del histórico Incario fue su capacidad para asimilar culturas y conquistarlas en la mayoría de las veces de forma atemperada y pacífica. Aunque desde luego eran temidos por el carácter que sus hordas desencadenaban en los ataques, estos no se manifestaban a no ser que la posible absorción o integración de una cultura o civilización por parte del incipiente imperio resultase un problema para la expansión natural de este. El verdadero poder Inca residía pues en la forma de conquistar otros pueblos o culturas, que no era otra que una inteligente maniobra de carácter político y prácticamente comercial en la que se ofrecía el beneficio del sustento, de la administración pública y la ley mediante el pago de los impuestos correspondientes al soberano Inca. Este era el poderoso por excelencia, el jefe de estado, emperador y absoluto juez de la sociedad. El Inca, el soberano señor, al igual que los faraones del antiguo Egipto, era adorado como un dios. Se sometían a él todos los miembros de la sociedad, se le idolatraba y se le servía como único amo y señor. Al igual también que los faraones, sólo los individuos más presentes en la vida de este, familiares principales, sacerdotes y personajes de la alta nobleza, tenían la licencia de hablarle y estar en su presencia, siempre y cuando, estos tuvieran la delicadeza de mantener sus ojos a una altura prudencialmente baja y no elevar jamás el tono de su voz por encima de la suya. Las riquezas que rodeaban al Inca o soberano bien pudieran haber dado pie al primer escalón en la leyenda de “El dorado”, ya que tanto su residencia como su vestimenta, adornos personales o el trono o silla en la que se le transportaba, estaban fabricados exclusivamente de oro, dado que este era el metal más codiciado por los Incas y se conocía que era este una manifestación natural de los dioses.

Aunque menos ataviados, también eran importantes los papeles sociales y de ostentación de miembros Incas como la Coya o esposa oficial del soberano, los sacerdotes, los nobles e incluso las cientos de concubinas que formaban el cortejo del señor. Todos tenían la obligación de vestir y vivir habitualmente de forma ufana con intención de magnificar la importancia del soberano ante la sociedad Inca. Esta condición de vida venía impuesta por una forma jerárquica de entender la estructuración de clases. Socialmente, la figura preponderante era, como ya hemos dicho, la del Inca, en cuyas manos se encontraba el máximo poder terrenal y a su vez la vía de unión entre lo divino y lo humano mediante su persona. Esto permitía, a parte de procurar una perpetuidad dinástica y un control político, religioso y social absoluto, proteger al soberano de posibles conspiraciones que un mero hombre tendría si tuviera sobre sí tal magnitud de poder sin ser rodeado de un cierto halo de divinidad. Nadie jamás se atrevería a poner una mano sobre un dios vivo en una sociedad de ética tribal o no desarrollada (recordemos que esta falta de divinidad fue la causante de los muchos asesinatos a soberanos que tuvieron lugar en la república de Roma). Así, de esta forma, la estructura social se aposentaba sobre bases firmes e inamovibles y el control del poder quedaba asegurado. Inmediatamente después, en la escala jerárquica Inca, seguía la presencia de la Coya o esposa del emperador, como ya hemos comentado antes. La nobleza se dividía en cuatro grupos: consanguínea o parientes del soberano, los nobles destacados de la vida cotidiana y que formaban la corte Inca, los nobles feudales o provinciales (pequeños soberanos de ciertos territorios que formaban los pueblos absorbidos) y los nobles que se habrían ganado este derecho por ser importantes miembros de la sociedad, ya sea por méritos sociales o militares. La casta sacerdotal era, al igual que en los egipcios, de vital importancia y constituía una nobleza a parte, disponiendo de grandes privilegios económicos y de independencia política. Los miembros de la casta sacerdotal pertenecían en sus más altos cargos a la nobleza consanguínea; por ejemplo, el Huillacomo o sacerdote principal pertenecía siempre a la familia directa del señor Inca y la gran mayoría de los Ichori o sacerdotes tenían algún rasgo en común con el monarca. Los “chamanes”, médicos o magos (en lengua quechua Omos) y los Achis o astrólogos pertenecían casi siempre a la nobleza o se habían ganado la posición a base de un arduo trabajo y mucho sacrificio personal. Por debajo de todos estos se encontraban las Acllas que eran vírgenes escogidas desde muy jóvenes como futuras concubinas del soberano. La escala social se cierra con el pueblo llano (campesinos en su mayoría) y los llamados Yanacunas, una especie de subordinados o sirvientes que realizaban las peores tareas y los cuales no disponían de ningún tipo de derecho ni consideración.

Los Incas comenzaron a construir su historia hacia el año 1200 D.C. conquistando y asimilando pueblos. Se consolidan como imperio unos doscientos cuarenta años después y perfilan como su “meca” particular la que hasta entonces había sido la capital del estado Inca y después capital del imperio “Cuzco”, que aún hoy sigue siendo de visita indispensable para el viajante en busca del insondable pasado. Desde esta capital se controla y se administra el imperio. Los ciudadanos Incas no pueden trasladarse de una región Inca a una anexionada sin una orden explícita (hay que tener en cuenta que hablamos de una extensión gigantesca que comprende parte de tres países aparte de Perú), comienza el control militar por regiones, la enseñanza del Runasimi o doctrina religiosa, la diferencia entre la ley política y la religiosa y empiezan a moverse los engranajes de la recaudación de impuestos.

Las leyes políticas y de estado Incas eran realmente duras; aunque se permitían ciertas licencias delictivas con respecto a la política religiosa, el estado era extremadamente cruel con los delitos materiales, la agresión, el falso testimonio o el asesinato y las penas podían ser realmente duras, finalizando siempre con la muerte del reo en cuestión. Los castigos para delitos de guerra eran terminantemente fatales, si bien es cierto que, como ya hemos comentado, sólo se llegaba a este límite en caso de que la anexión de una civilización fuera imposible mediante la “compra” legal de la misma o ante una amenaza de rebelión. No obstante para el completo control de las provincias o pueblos adquiridos se instalaban en las principales capitales una especie de embajadas que comprendían una administración estatal y una representación religiosa en la mayoría de las veces en forma de templo. También se formaban delegaciones (los llamados Mitmas) que se comprendían de grupos de personas o familias que eran enviadas a ciertas provincias como presencia puramente Inca, como sanción o para un mayor control sobre estos feudos que se consideraban quizá conflictivos.

La religión Inca era politeísta pero distanciaba ligeramente de sociedades como las indoeuropeas en un mayor pragmatismo de sus creencias. No nos encontramos pues con dioses representativos de cada uno de los aspectos de la naturaleza o la vida a los que recurrir para una calidad moral de vida o una ética de comportamiento estricta o no; el panteón Inca se complementa con dioses del día a día a los que se hacían continuos sacrificios y a los cuales entregaban la custodia del bienestar. La existencia de los dioses Incas no es moral, aunque propone una ética de comportamiento, si no más bien material, en la que los dioses juegan un papel altamente importante en la alimentación diaria, en la higiene y en la salud. Entidades divinas como Illapa, dios de la lluvia y su esposa Pachamama, diosa de la tierra, eran mencionados continuamente en la vida diaria de los Incas bendiciendo los alimentos, el agua o la ropa que se usaba habitualmente antes de comenzar las labores propias de cada día. Inti, dios del sol era el mediador de los demás dioses y portador de las buenas cosechas y de la natalidad entre otras. Esto nos lleva a comprender como para estas gentes resultaba más positivo vivir cada día y alimentarse sin problemas, que los posibles castigos morales o éticos que impondrían los dioses; para estos menesteres los Incas confiaban más en el estado y en su soberano, en línea directa con la divinidad y cuyos castigos se cumplían más a ciencia cierta que los de los dioses.


La muerte componía una parte importante de la cultura Inca. El culto a los dioses iba unido habitualmente al culto a los muertos, creencia heredada de las antiguas tribus primitivas y mantenida a través de los siglos. Creían que después de muertos la vida continuaba de la misma forma que había transcurrido aquí y que cada uno de los miembros pertenecientes a la sociedad seguía cumpliendo sus funciones después de muerto. No es de extrañar, según estas creencias, que las momias andinas encontradas por los arqueólogos se encuentren vestidas con sus mejores galas, con sus enseres personales y con comida y bebida suficientes para un viaje que se antojaba largo y que desembocaría en una especie de “despertar” al “otro lado”, lugar en el que seguirían cumpliendo exactamente con las mismas funciones que en la vida terrena. Para mantener una apariencia digna y poder llegar entero al mundo de los muertos, se embalsamaba el cuerpo con la intención de conservarlo para el viaje. Se utilizaban hierbas, ungüentos y lociones destiladas exclusivamente con este motivo y, dependiendo de su condición social, se les enterraba, bien en pequeñas cavidades excavadas en la tierra, bien en pequeñas construcciones en forma de torre; aunque también es cierto que los grandes señores se hacían construir enormes mausoleos con la intención de mantener su condición social por encima de los anteriores señores una vez llegados a la otra vida.

Cuando los españoles desembarcaron en Perú hacia 1528 las diferencias sociales eran extremadamente notables entre los nobles y el pueblo, ya que los anteriores pretendían que estos últimos no alcanzaran nunca conocimientos suficientes como para encabezar algún tipo de rebelión y echar abajo el poder que tanto esfuerzo, consideraban, les costaba mantener. Este disgusto social de las castas más bajas probablemente fue una de las razones decisivas para la aniquilación tan rápida de un imperio tan sumamente grande como este, ya que sociedades más pequeñas que esta no sucumbieron tan rápidamente a la conquista de los españoles. Si juntamos las diferencias políticas internas entre Atahualpa (el último soberano Inca) y su gobierno, dividido entre sus acérrimos y sus detractores unidos a su hermano Huascar, con el malestar social y la presunción (con continuas guerras y cismas internos), se comprende la facilidad que encontró Pizarro en 1532 para llegar a Cajamarca y derrotar de un golpe a un cansado y somnoliento imperio que cayó como un pájaro en pleno apogeo de su cultura, una extraordinaria cultura que quedará para siempre guardada en el baúl de la eternidad.


Varias fuentes. Recopilación realizada por A. Torres Sánchez.

Benedicto XVI

Benedicto XVI

Benedicto XVI (nació 16 de abril de 1927 Marktl, Baviera, Alemania) es el actual Papa de la Iglesia Católica Romana. Su nombre de nacimiento es Joseph Aloysius RATZINGER. Fue elegido el 265º Papa el 19 de abril de 2005 por los cardenales que votaron en el Cónclave Papal de 2005.


Ratzinger había sido nombrado cardenal por el Papa Pablo VI en 1977 y sirvió como asesor teológico durante el Concilio Vaticano II. En 1981 fue nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe por el Papa Juan Pablo II, quien lo nombró Decano del Colegio de Cardenales y obispo titular de Ostia en 2002. Presidió los funerales de su predecesor, el Papa Juan Pablo II.

Considerado ultraconservador y opuesto a la teología de la liberación, al feminismo y al pluralismo religioso, con él el Papa Juan Pablo II volvió a dar a la Congregación para la Doctrina de la Fe el poder que el Vaticano II había suavizado, permitiéndole convertirse en una de las figuras más poderosas de la actual Iglesia Católica.


Se refirió a sí mismo en su primera aparición pública como Sumo Pontífice como "un humilde trabajador en la viña del Señor".

Infancia y juventud.

Nació en Marktl am Inn (Baviera). En 1927, su padre se retiró y se intaló en la ciudad de Traunstein. Cuando Ratzinger cumplió los 14 años en 1941, fue requerido legalmente para formar parte de las juventudes hitlerianas, pero de acuerdo con su biógrafo Joseph Allen no era un miembro entusiasta. En 1943, a los dieciséis años, fue asignado junto con toda su clase a la defensa antiaérea de una fábrica de la BMW cerca de Múnich. Luego fue llamado al ejército para entrenamiento básico de infantería, y destinado a Hungría, en donde sirvió estableciendo defensas antitanque hasta que desertó en abril de 1944 (delito castigado con la pena de muerte). En 1945 fue capturado por los Aliados y detenido brevemente en un campo de prisioneros de guerra.


Carrera eclesiástica.


En junio de ese año fue liberado, y su hermano y él entraron en un seminario católico. En junio de 1951 fueron ordenados por el cardenal Faulhaber de Múnich.


Ratzinger fue profesor en la Universidad de Bonn de 1959 a 1963, cuando fue enviado a la Universidad de Münster. En 1966, se le concedió un puesto en teología en la Universidad de Tübingen, donde fue colega de Hans Küng. Se volvió más conservador en la atmósfera liberal de Tübingen y los movimientos marxistas estudiantiles de los años 60. En 1969 volvió a Baviera, a la Universidad de Regensburg.


Durante el Concilio Vaticano II, Ratzinger sirvió como asesor teológico al cardenal Joseph Frings de Colonia.


Los siguientes años: Arzobispo y Cardenal.


En 1972, fundó el diario teológico Communio con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros. Communio, ahora publicado en diecisiete idiomas (alemán, inglés, español y otros), se ha convertido en uno de los diarios católicos más influyentes.


En marzo de 1977 Ratzinger fue nombrado arzobispo de Múnich y Freising, y en junio, Pablo VI le nombró cardenal. En noviembre de 1981, Juan Pablo II nombró a Ratzinger Prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, antiguamente conocida como el Santo Oficio de la Inquisición (renombrado en 1908 por Pío X). Dimitió en la archidiócesis de Múnich a principios de 1982, convirtiéndose en obispo de Velletri-Segni en 1993, en vicedecano del Colegio Cardenalicio en 1998, y en decano en 2002. Ideológicamente, Ratzinger tiene ideas conservadoras en cuanto al control de la natalidad y el diálogo interreligioso. Ha estado más próximo al Papa Juan Pablo II que cualquier otro cardenal. Ratzinger y Wojtyla han sido calificados intelectualmente como "almas gemelas".


Durante sus años como Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe recibió una serie de distinciones, entre las que destaca el doctorado honoris causa de la PUCP en 1986. Bajo su prefactures se dictaron duros escritos de caracter homofóbico como "Algunas consideraciones concernientes a la respuesta a proposiciones de ley sobre la no discriminación de las persones homosexuales" (1986), "Carta a los obispos de la iglesia católica sobre la atención pastoral de las personas homosexuales" (1992) o "Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales".

Acontecimientos recientes e influencia.


El 2 de enero de 2005, la revista Time apeló a fuentes vaticanas afirmando que Ratzinger era uno de los favoritos para suceder a Juan Pablo II si éste fallecía o caía demasiado enfermo para seguir siendo Papa.

El 2 de enero de 2005, la revista Time apeló a fuentes vaticanas afirmando que Ratzinger era uno de los favoritos para suceder a Juan Pablo II si éste fallecía o caía demasiado enfermo para seguir siendo Papa.


De todos modos, hay que recordar que los cónclaves siempre son inciertos, y que los que son considerados demasiado papables pueden no salir elegidos. Se usa el tópico de "quien entra Papa, sale cardenal", aunque este no sea el caso.


Ratzinger era considerado la mano derecha de Wojtyla y uno de sus amigos más cercanos. Durante los últimos días de Juan Pablo II, llevó la mayoría de las funciones como líder de la Iglesia Católica.


Ratzinger había repetido sucesivas veces que le gustaría retirarse a una aldea bávara y dedicarse a escribir libros pero, más recientemente, había reconocido a sus amigos estar listo para "cualquier función que Dios le atribuyera". Tras la muerte de Juan Pablo II en abril de 2005, Ratzinger cesó en su cargo como Prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe.


Ratzinger habla diez idiomas y ha recibido siete doctorados honoríficos. Es un expero pianista, cuyo compositor favorito es Beethoven. Es el octavo Papa alemán y a sus 78 años, es sólo 2 años más joven que la edad tope para ser papa, 80 años. En abril de 2005 fue incluido en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time.


El 19 de abril de 2005 fue elegido sucesor de Juan Pablo II después de dos días de cónclave y dos fumatas negras. Su elección generó de inmediato duras críticas, ya que debido a su anterior cargo en la Congregación para la Doctrina de la Fe (llamada Tribunal de la Inquisición hasta el siglo XIX) se le acusa de pertenecer al sector más ultraconservador de la Iglesia Católica que demanda restituir la organización y doctrina de la Iglesia a la que tenía antes del Concilio Vaticano II. Sus partidarios afirman que con él la Iglesia enderezará el rumbo prohibiendo tajantemente el aborto, la lujuria y la homosexualidad.


Recientemente ha publicado en castellano la obra "Fe, verdad, tolerancia", donde expone la doctrina de la Iglesia Católica en los tiempos actuales.


Varias fuentes. Recopilación realizada por A. Torres Sánchez.

El 2 de enero de 2005, la revista Time apeló a fuentes vaticanas afirmando que Ratzinger era uno de los favoritos para suceder a Juan Pablo II si éste fallecía o caía demasiado enfermo para seguir siendo Papa.

Joaquín COSTA.

Joaquín COSTA.

Joaquín Costa (n. Monzón, Huesca, 14 de septiembre de 1846 - † Graus, Huesca, 8 de febrero de 1911).


Político, jurista, economista e historiador, el mayor representante del movimiento intelectual decimonónico español conocido como Regeneracionismo. De familia muy humilde, trabaja y estudia en Huesca -magisterio, bachiller- y Madrid, donde se doctora en derecho (1872) y Letras (1875). Escribe La vida del Derecho (1876) y es profesor auxiliar en la Universidad Central, cargo al que renuncia en protesta por la política educativa de la Restauración junto a Francisco Giner de los Ríos y otros miembros de la Institución Libre de Enseñanza. A esta institución laica de enseñanza, inspirada en la filosofía del Krausismo, se halla ligado entonces dirigiendo su Boletín (1880-1883), dando clases y participando eficazmente en el Congreso Pedagógico Nacional de 1882.

Ejerce como letrado en Cuenca y después en Huesca (1877-1879); en esta última estancia en su ciudad natal redacta Cuestiones celtíberas: religiones, Organización política, civil y religiosa de los celtíberos y Derecho consuetudinario del Alto Aragón.

De nuevo en Madrid como pasante, colabora en la Revista de España, en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia y en la Real Academia de Jurisprudencia, donde presenta sus Estudios jurídicos y políticos y su Teoría del hecho jurídico individual y social. Más adelante, en 1887, será profesor y hará un Plan de una Historia del Derecho español en la antigüedad . Participa en el Congreso de Jurisconsultos Aragoneses, en Zaragoza.


Sus humildes orígenes le inclinan a la política; estudia particularmente las raíces populares del derecho consuetudinario español (Introducción a un tratado de política textualmente de los refraneros, romanceros y gestas de la Península (1881)) y el mundo rural al participar en los Congresos de Agricultores y Ganaderos (1880-1881). Participa también en numerosos mítines y conferencias africanistas y abolicionistas, planteando su visión de El comercio español y la cuestión de Africa (1882). Dirige, además, el Congreso Español de Geografía Colonial y Mercantil (1883), cofunda la Sociedad de Africanistas y Colonistas que dirige las expediciones al Africa occidental y ecuatorial y toma parte en la Revista de Geografía Colonial (1885-1887).

Por entonces accede al cuerpo de notarios (Granada, Jaén) y aboga inmediatamente por la reorganización del Notariado, del Registro de la Propiedad y de la Administración de Justicia (1890).

Sin embargo, una progresiva enfermedad de atrofia muscular le recluye en el amado y familiar Graus (Huesca), desde donde a pesar de todo organiza a la Liga de Contribuyentes de Ribagorza que deriva en movimiento político de inclinaciones sociales. De ahí surgen varias campañas por todo el Alto Aragón (1892 en adelante), con el fin de potenciar la producción agraria gracias al regadío y mediante obras hidráulicas que debe hacer el Estado, en opinión de Costa.


Tras regresar, por fin (1893), a una plaza de notario en Madrid, tiene ahora una visión mucho más política y científico-social, preparando su magna obra Colectivismo agrario (1898), en que hace una dura crítica de la destrucción por las desamortizaciones y otras prácticas de ancestrales sistemas de propiedad comunal, que describe muy documentadamente, y galvaniza a la opinión pública a raíz del Desastre de 1898, en que España pierde sus últimas colonias a causa de la guerra con Estados Unidos: Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas.

En el segundo tomo del Colectivismo Agrario en España (1898) presenta Costa lo que viene a ser una amplia historia económica de los sistemas de propiedad y sus diversas modalidades (desde los cotos a las tierras concejiles y comunales), las formas de explotación, etc., remontándose a dos siglos antes de nuestra era; también, con notable agudeza, trata del control sobre el agua y sus diversas formas de propiedad, de las cofradías pesqueras, etc.

Con sus mensajes a las Cámaras Agrarias aragonesas consigue la creación de una Asamblea Nacional de Productores que se alía con las Cámaras de Comercio que lidera Basilio Paraíso y la Liga Agraria formada por las clases propietarias castellanas dirigidas por Santiago Alba para formar la Unión Nacional, nuevo partido político populista y muy crítico con el sistema de la Restauración canovista. Esta propuesta resulta demasiado heterogénea y resta por un momento muchos militantes al republicanismo y aunque allí están, aunque diluidas, las ideas de Costa, carece de su método y su dirección y no se convierte en partido político. Así y todo, Costa acata la Unión Nacional, integra sus fuerzas, acepta un cargo en el Directorio y redacta el mensaje de queja y protesta al Congreso de los Diputados que se publicó en la prensa el 1 de abril. Pero no funcionó el intento de fuerza de sacar manifestaciones a la calle: se prohibió la de Madrid, y se autosuspendieron las demás. Reunidos en la casa de Costa, en Madrid, Paraíso pugna por acciones directas espectaculares como una huelga de contribuyentes, mientras Costa cree improbable un alto seguimiento de esa medida y más seguro y profundo el trabajo de un partido político, educador del pueblo. Hay disensiones sobre la estrategia a tomar entre Costa y Paraíso y al cabo Costa plantea (septiembre de 1900) su separación del Directorio de la Unión Nacional. Los gremios madrileños se alejan también de Paraíso, si bien la Unión todavía celebra un mítin en Barcelona en abril de 1901. Paraíso y Alba se aseguran sendos escaños de diputados liberales mientras Costa, que sueña aún con un partido de intelectuales, vira hacia la Unión Republicana. La Unión Nacional se desintegró por la tensión entre los intereses populares y los corporativos. Costa percibió que el poder, tal como estaba configurado, no acometería nunca reformas regeneracionistas. En ese empeño Costa se halla completamente solo.

Afectado profundamente por el fracaso de la Unión Nacional, continuó, atribuyendo responsabilidades por la situación española a la propia monarquía en Quiénes deben gobernar después de la catástrofe, Reconstitución y europeización de España y, sobre todo, la espectacular encuesta realizada desde el Ateneo de Madrid con la colaboración de muchas grandes figuras de la cultura y la sociedad españolas (de Miguel de Unamuno a Emilia Pardo Bazán para redactar uno de sus títulos clásicos: Oligarquía y Caciquismo como la forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla (1901), tremenda e informada denuncia de la corrupción del sistema político canovista de la Restauración que supondrá la marginación de Costa de los centros políticos del sistema.

El historiador español Alberto Gil Novales ha visto con claridad la gran contradicción de Costa en este gran trabajo: denuncia desde dentro el mismo sistema político que pretende destruir. La información que utiliza en su obra no excluye a los caciques y oligarcas en cuanto hombres representativos de la cultura de su época. Como resumen definitivo de la encuesta (1902) elabora un programa de enunciados prácticos, casi su testamento político, en el que mezcla grandes horizontes y algunas obsesiones menores, casi comarcanas:

1. Cambio radical en la aplicación y dirección de los recursos y energías nacionales (presupuesto volcado en educación, colonización interior, obras hidráulicas, repoblación forestal, investigación científica, etc.)... en suma, desafricanización y europeización de España.

2. Reforma de la educación en todos sus grados, rehaciendo y refundiendo al español en el molde europeo (el plan es muy detallado y se observa en él la impronta gineriana).

3. Abaratamiento rápido del pan y de la carne (aumentando la productividad y favoreciendo el crédito agrícola).


4. Mejoramiento de los caminos de herradura.


5. Suministro de tierra cultivable, con calidad de posesión perpetua y de inalienable, a los que la trabajan y no la tienen propia. ¿Cómo? Derogando las leyes desamortizadoras relativas a los concejos, autorizando a los Ayuntamientos para adquirir nuevas tierras, creando huertos comunales... Donde esto no baste, expropiación y arrendamiento o acensuamiento de tierras....


6. Legislación social (contrato de trabajo, seguro social, cajas de retiro).

7. Sanear y europeizar nuestra moneda, mediante la europeización de la agricultura, de la minería y del comercio, de la educación nacional, de la administración pública y de la política, así general como financiera, que reponga la confianza de Europa en nosotros.


8. Creación de un poder judicial digno de su función.


9. Selfgovernment local: municipalización de servicios públicos y de ciertas industrias o comercios (tranvías, teléfonos, alumbrado, baños, lavaderos, fuerza motriz, tahonas, carnicerías, hielo, etc.).

10. "Renovación del liberalismo abstracto y legalista imperante, que ha mirado no más a crear y garantizar las libertades públicas con el instrumento ilusorio de la Gaceta... sustituyéndolo por un neoliberalismo orgánico, ético y sustantivo, que atienda a crear y alianzar dichas libertades con actos personales de los gobernantes principalmente, dirigidos a reprimir con mano de hierro y sin tregua a caciques y oligarcas".


Como colofón, añade a estos diez puntos la necesidad de realizar a la vez y sin demora y por decreto todas las medidas anteriores, y propone la "renovación de todo el personal gobernante de los últimos veinticinco años, sin excluir la representación actual del poder moderador...".

Evidentemente, Costa ignora casi por completo el mundo industrial, y sus propuestas reformadoras agraristas (a la manera de Floridablanca, de Campomanes, de Álvaro Flórez Estrada) son bien poco revolucionarias. Pero globalmente se trata de una clara propuesta modernizadora, de mejoras legales e institucionales, europeizadoras...

En adelante, Costa será con frecuencia portavoz y jefe de fila de quienes proponen una respuesta mucho más objetiva, positiva y activa a los graves problemas del país que la de la llamada Generación del 98, pensando en la fórmula que él acuñó de "escuela y la despensa", y constituyendo la cabeza del Regeneracionismo. Su revulsiva actitud frente al sistema del turno de partidos, sus denuncias de las torpezas y egoísmos de los políticos caen en desierto, pero le van concediendo el liderazgo moral.

Ese mismo año ingresa en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas con un discurso sobre El Problema de la ignorancia del Derecho y sus relaciones con el status individual, el referendum y la costumbre. Todavía en los años siguientes estudiará temas jurídicos relevantes, como Derecho consuetudinario y economía popular en España (1902)9. Su elección como diputado republicano viene en momentos en que ha perdido casi del todo la esperanza en regenerar España: ya nada le consuela y no desea ratificar con su presencia la corrupción política oficial. Llega a proponer un "cirujano de hierro" que acometa las reformas de urgencia que necesita el país para escapar de la decadencia.

Su fracaso político -sin duda también atribuible a las divisiones y enfrentamientos con Alba y Paraíso- le radicaliza verbalmente, acercándose en sus últimos años al socialismo. Derrotado, muy enfermo, se retira ya para siempre a su villa familiar, en la que inspira la singular publicación comarcal El Ribagorzano, y desde donde aún sale alguna vez para tronar (de ahí el sobrenombre de León de Graus) contra proyectos gubernamentales como la peligrosa Ley Anti-terrorista, u ofrecer sus Siete criterios de gobierno. También desde allí se reafirma en su ideal republicano, matizado por el gran respeto que le inspira Pablo Iglesias. Su muerte provoca una gran convulsión nacional, enterrándosele en Zaragoza al oponerse el pueblo al traslado de sus restos al futuro Panteón Nacional y no desear los políticos monárquicos un entierro multitudinario, capaz de presentarse casi como un plebiscito contra el sistema. Ese mismo año aparecen todos sus discursos y escritos sobre Política hidráulica, en cierto modo su testamento político y una de las grandes batallas que ganará después de muerto, al impulsarse, años después, importantes planes de riegos en Aragón y en otros lugares de España.


Su estilo, con bellos giros oratorios y sembrada de citas cultas y vehementes, revelan una voluntad de estilo rico y versátil, casi romántico. Su deseo de llegar al lector popular le lleva a escribir, además de centenares de artículos de gran difusión, algunas novelas didácticas como Justo de Valdediós (dada a conocer recientemente por Agustín Sánchez Vidal) o Ultimo día del paganismo, inconclusa.

Varias fuentes. Recopilación realizada por A. Torres Sánchez.

Sabino ARANA, católico RACIAL.

Sabino ARANA, católico RACIAL.

Sabino ARANA no se molestó nunca en demostrar sus afirmaciones sobre los vicios de los maquetos, ni sobre las virtudes de los bizkaínos. No era un teórico ni un “historiador filósofo”, como se llamaba a si mismo, pero sí un agitador propagandista, y como tal, le bastaba con la repetición martilleante de sus afirmaciones, dándolas por evidentes, y con los llamamientos a actuar en consecuencia. Los textos aquí citados son sólo una mínima parte de los que podían exponerse, y por lo demás, han sido reproducidos a menudo, tanto por sus adversarios como por sus partidarios. Sus conceptos no son muy católicos, pero en su escrito quizá más teórico, “Efectos de la invasión maketa”, dirigido al clero, combina su racismo y prédica del odio con los intereses de la Iglesia (1)

A su juicio, "entre el cúmulo de terribles desgracias que afligen hoy a nuestra amada Patria, ninguna tan terrible y aflictiva (…) como el roce de sus hijos con los hijos de la nación española. Ni la extinción de su lengua, ni el olvido de su historia, ni la pérdida de sus propias y santas tradiciones e imposición de otras extrañas y liberales, ni la misma esclavitud política que hace más de once lustros padece, la equiparan en gravedad y trascendencia". Pues ese roce "causa inmediata y necesariamente en nuestra RAZA ignoracia y extravio de la inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en suma, del fin de toda humana sociedad".
 
Tan enorme desdicha provenía de que, simplificando, los vascos son católicos en cierto modo por naturaleza, y su conducta e instituciones correspondían a una moralidad elevadísima, aún antes de su conversión a Cristo en siglos pasados. En cambio los maketos…: "El pueblo español, no obstante los largos siglos en que ha gozado de gobierno y legislación católicos, siempre se ha resistido a su benéfica influencia, siempre ha permanecido irreligioso e inmoral". Pintar a España como católica le mueve a indigna irrisión: "¡Católica España! Y ¡afirmarlo ahora que cualquiera sabe leer y cualquiera lee periódicos y libros! (…) No es posible, en breve espacio, mencionar siquiera concisamente, los hechos pasados y presentes que prueban bien a las claras que España, como pueblo o nación, no ha sido antes jamás ni es hoy católica". De ahí el enorme dislate de quienes, como los carlistas, “predican el catolicismo y el españolismo unidos, como si en la práctica fueran compatibles”. La perversidad hispana queda patente por doquier. Olvidando su aserto de que Bolívar —masón— había liberado a América del sur, explica: “Los estados americanos hoy más masonizados en sus ideas y más corrompidos por tanto en sus costumbres, han sido también ¡qué casualidad! posesiones españolas".
 
En los españoles la moral y la religión, nunca aceptadas, han venido "de arriba abajo", del poder al pueblo, mientras que entre los vizcainos había sido el pueblo el que había enseñado e impuesto a los gobernantes las buenas costumbres. El liberalismo no causaba el vicio, incrustado en la naturaleza del maketo como la virtud en la del vasco, pero lo agravaba muchísimo en aquel final de siglo, cuando la antigua y benéfica presión católica desde el poder había cedido a la presión liberal. Y hacía estragos también entre los bizkaínos: "Quiso Castelar oprimir a nuestro clero y sustituir su influencia cristiana con la corruptora de maestros (…) para educar a nuestra juventud en el error y el vicio".


Y aquella chusma había puesto su yugo a los vascos: "Bizkaya, dependiente de España, no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica", y "la sociedad euskeriana, hermanada y confundida con el pueblo español, que malea las inteligencias y los corazones de sus hijos y mata sus almas, está apartada de su fin, está perdiendo a sus hijos, está pecando contra Dios". La raza vasca, "oprimido su espíritu por el extraño, su cuerpo se extenúa, se extingue, perece". Por lo tanto, el grito de independencia "ha resonado por Dios"”, "es la voz de la razón y la justicia". Y concluye: "¿Hay otra causa tan noble y santa como la nuestra?"


Sabino Arana aspiraba a un estado casi teocrático, y, por convicción y por cálculo, entendía bien la gran ventaja de atraerse al clero, tan influyente en la sociedad vasca. Dentro del clero, Arana admiraba en especial a los jesuitas, entre quienes se había educado y en los cuales parece haberse inclinado en su juventud: "Un gran hombre engendró la RAZA vasca: IGNACIO de LOYOLA. Su obra fue aún más grande". La acogida eclesiástica inicial a sus doctrinas fue desfavorable, pero él estaba convencido de que sus promesas de una tierra exenta de liberalismo, socialismo o anarquismo le ganarían a muchos religiosos, vista la amarga sensación de fracaso dejada por la última guerra carlista. Y así iba a ocurrir, pese al fondo paganoide de sus ideas. Un sector muy nutrido del clero vasco iba a tener un papel clave en la propagación y justificación de la doctrina sabiniana. Para muchos curas, los vascos pasaron a ser una especie de pueblo elegido, católico casi por RAZA, oprimido por gentiles difícilmente redimibles.

Ello tenía otro efecto peculiar, pues normalmente en toda España era la influencia cristiana el principal valladar a la expansión de las doctrinas revolucionarias, pero la adopción de la doctrina nacionalista por muchos clérigos debilitaba la oposición a las influencias socialistas entre la masa de los trabajadores.
 
Al lado de la RAZA, aunque sin la importancia de ella, Arana destacaba la LENGUA como elemento distintivo de la nación vasca. El vascuence, en regresión, podía haber sido defendido de forma políticamente más neutra, pero el fundador del PNV convirtió enseguida esa defensa en un nuevo motivo de excitación separatista a los bizkaínos y de ataque a los maketos siempre dispuestos a las peores fechorías. Con lógica algo inconexa lanza avisos como éste: "Olvida esa tu lengua, sí. Pero si el maketo, penetrando en tu casa, te arrebata a tus hijos y tus hijas, para quitar a aquéllos su lozana vida y prostituir a éstas…ya entonces no llores". Denuncia cómo el castellano se habla, sobre todo en Bilbao, "por ser la [lengua] que más se presta para la vida mercantil e industrial, única que absorbe la atención de la metalizada villa", pues los representantes de la cultura bilbaína "no tienen espíritu, sólo estómago". Pero aunque "el euzkera apenas sirve más que para hablar de las labores del campo, encierra en sí elementos abundantísimos que, bien desarrollados, le harían de hecho la lengua más rica del mundo". Con su genio práctico, se aplicó a perfeccionar esos elementos en lo que su capacidad le permitía, fuera poco o mucho.


No obstante, como quedó dicho, el vascuence, "la lengua racial", tiene valor secundario ante la raza, en cuanto rasgo nacional, porque, "la pureza de la raza es como la lengua, uno de los fundamentos del lema vizcaíno, y mientras que la lengua, siempre que haya una buena Gramática y un buen diccionario, puede restaurarse aunque nadie la hable, la RAZA, en cambio, no puede resucitarse una vez perdida". De la lengua podría incluso prescindirse si, por desdicha, los foráneos llegaban a aprenderla. "Tanto están obligados los bizkaínos a hablar su lengua nacional, como a no enseñarla a los maketos o españoles (…) Si nuestros invasores aprendieran el euzkera, tendríamos que abandonar éste". En tal exclusivismo llega e extremos CÓMICOS: "Gran daño hacen a la Patria cien maketos que no saben euskera. Mayor es el que le hace un maketo que lo sepa". "Para nosotros sería la ruina que los maketos residentes en nuestro territorio hablaran euzkera". "Aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un PÉREZ al pie de unos versos euzkéricos, oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano, o cuando al leer la lista de marineros náufragos de Vizcaya tropezamos con un apellido maketo".
 
En su misión fundadora o restauradora de las esencias vascas, tal como él las imaginaba —es decir, bastante vagamente, aunque con mucho fervor—, Arana hizo un descubrimiento harto pasmoso: "He aquí un pueblo que, con ser singularísimo entre todos, carece de nombre" en su propio idioma. Existía un nombre tradicional, Euscalerría, o "Euzkelerría", pero, hizo notar el fundador, no servía, porque además de tener demasiadas variantes dialectales, de las cuales él menciona quince, el término definía textualmente sólo a los hablantes del vascuence, y podía aplicarse a los forasteros vascófonos. Así, "un barrio de gitanos euzkeldunes, tales como los hay en Nabarra y Guipúzcoa, es “Euskelerría”, y no lo serían las grandes porciones de población vasca erdelduna que hay en Bizkaya, Alaba y Nabarra".


Esa carencia le llevó a inventar un nuevo término, conservando la raíz "euzko", relacionada a su entender con "eguzki", (“el del sol”), indicativa de procedencia oriental o bien de “veneración al sol como la obra más benéfica del Creador”. Así pues, por una u otra razón, la RAZA vasca de ARANA sería un pueblo "sol" o "solar", idea remitente, una vez más, a su exclusividad y preeminencia.


Para formar una palabra que añadiera a “euzko” la idea de pueblo y tierra, Arana le aportó el sufijo -di, expresivo a su juicio de conjunto y localización, y común a todos los dialectos vascuences. Quedaría "Euzko-di",transformado por una regla fonética en "EUZKADI". Sus adeptos saludaron la invención con júbilo, viendo en él un hallazgo genial, “mágico”, en expresión de Manuel Eguileor, diputado nacionalista en la II República española: “Ahí tienes ahora las palabras de Arana-Goiri tar Sabin, el Maestro: palabras luminosas, tras la ceguera secular de la raza; profundas, como si el silencio racial durante siglos, en este aspecto del propio conocimiento, hubiese sido fructífera meditación; taumatúrgicas, porque levantaron a Euzkadi de su inconsciencia mortífera; creadoras de una nueva vida nacional, al infundir en las entrañas de la raza más vieja de la tierra el anhelo novísimo de supervivencia y renovación; aquel anhelo que se condensa maravillosamente en una sola palabra, la que no acertó a sacar durante cuarenta siglos nuestra raza del fondo de su alma, palabra mágica creada también por el genio inmortal de nuestro Maestro: ¡Euzkadi!”.


Sin embargo la palabra no resultó del todo afortunada, porque el sufijo "DI" se aplica sólo a vegetales, de modo que Euzkadi ha sido tratada, en burla, como “bosque de plantas solares”, siguiendo la etimología de Arana, o como una reducción —involuntaria, y por ello cómica— de los vascos al nivel de vegetales. UNAMUNO, quizá el intelectual vasco más prominente del siglo XX y que ya destacaba cuando Arana inventó el término, lo trata con desprecio: "Ese nombre de Euzkadi, con K y todo, no quiere decir nada en vascuence, ni pasa de ser una invención, bastante caprichosa por cierto, de un improvisado lingüista". Equivaldría a rebautizar España como “Españoleda”, por relación a términos como rosaleda, pereda etc. Unamuno desdeñaba también el uso de la “k”, que, como la palabra Euzkadi, carece de toda tradición y reflejaba a su juicio sólo un esnobismo infantil por distinguirse.

Y tampoco era hacer un gran elogio de las excelencias intelectuales de la raza atribuirle incapacidad, durante tantos siglos, para inventar un término que la identificase. Esa ineptitud no es la única que, paradójicamente, achaca Sabino a sus paisanos. Según él, "el pueblo vasco, ayer libre y feliz, hoy despojado de cuanto constituía su felicidad", llevaba "un siglo entero de españolismo, de degradación, de miseria, de ruina; un siglo de aberraciones, de tinieblas; un siglo de esclavitud". Esto resultaba chocante: ¿cómo podía una raza tan superior someterse a otra tan mísera? La razón sólo podía radicar en alguna debilidad de los propios vascos, como aclara el fundador: "La causa de nuestra vergonzosa esclavitud está en los hijos de nuestra raza misma"; y escribía en 1899: "El carácter de los euskeldunes en nada se asemejará dentro de poco al de nuestros antepasados cuya hombría de bien, cuya sencillez y entereza les constituían en modelo envidiado". Por alguna razón difícil de explicar, los vascos "besan la mano que les azota", y de ser "la raza más altiva del mundo", el bizkaíno habría decaído hasta convertirse en "el hazmerreír del extranjero. Hoy eres su payaso favorito (…) ¿Has olvidado la tradición de tu independencia? ¿Has olvidado la tradición escrita con sangre de tus antepasados?". Sin embargo tales aberraciones venían de muy atrás, al menos desde el siglo IX, según había advertido en el discurso de Larrazábal. "Aun en aquella fecha en que estas provincias vascas eran estados independientes, su lengua oficial era la española (…) Ni entonces los vascos amaban su independencia".

En consecuencia, debía emprenderse una lucha especialmente dura contra los “traidores” y los “maketófilos”, contra quienes orienta con particular irritación el filo de su retórica, y a quienes llega a amenazar: "Esto no debe escribirse con tinta y pluma. Esto lo debiéramos escribir con hierro y sangre". Pues, en definitiva, "la material inmigración del pueblo español en Euskeria ningún daño moral o muy poco considerable acarrearía, en efecto, si el español no fuera recibido acá como conciudadano y hermano, sino como extranjero".


Por desgracia, el número de maketófilos parecía inagotable: "Ni parece que hay maketos y bizcaitarras, sino que todos somos hermanos", o bien "el euskeriano y el maketo. ¿Forman dos bandos contrarios? ¡Cá! Amigos son, se aman como hermanos, sin que haya quien pueda explicar esta unión de dos caracteres tan opuestos, de dos razas tan antagónicas". Él trataba de acabar con tan siniestra fraternidad y "desterrar de nuestra mente y nuestro pecho toda idea y todo afecto españolista", extender el sentimiento de que "pesaría sobre nosotros como la mayor de las desdichas (…) el que España prosperara y se engrandeciera". Tarea en verdad ardua, como lamentaba a menudo, pues "el bizkaíno (…) tiene por suyas las glorias patrias de los españoles, por decadencia patria la de España, ríe y se regocija con el español, y con él se entristece, piensa y obra como el español (…) Lo estamos viendo todos los días".



(1) Obviamente, después de la derrota hitleriana, el PNV procura ocultar en lo posible el racismo de su maestro y fundador, alegando que “era un hombre de su tiempo”, una época en que “todo el mundo era racista”. Además incluye sus aisladas denuncias sobre los boers y el trato a los pueblos de color para demostrar su buen espíritu. En realidad, no todo el mundo era racista, él, ARANA, lo era mucho más virulentamente que cualquier otro ideólogo en España., y sus muy ocasionales palabras de compasión se referían a pueblos muy lejanos y en realidad desconocidos de él.

@torres sánchez.

El País VASCO ¿enfermo?.

El País VASCO ¿enfermo?.

Siglos atrás, Vasconia era una tierra poco poblada, aislada, ligada al reino de Castilla con fuertes vínculos, pero bastante autónoma debido a su posición periférica. Por entonces, no tenía ninguna organización política propia.


Por un lado estaban los señorios, cada cual con su propio régimen. Por otro, un reino mucho mayor llamado NAVARRA, que en su parte norte era vascongado. Finalmente, al otro lado de la frontera, en territorio francés, vivían otros pocos vascos, concentrados en la zona costera y en las faldas de los pirineos occidentales, ocupando el territorio que fue navarro hasta el siglo XVI y que después fue incorporado a la corona francesa.


Hasta el siglo XIX no surgió un movimiento que reclamara la identidad de la tierra vasca como un todo único y diferenciado de los pueblos que la rodean. Al principio, esa reivindicación estuvo unida al carlismo más hispánico, que era un movimiento profundamente conservador, opuesto a los cambios que traían las ideas liberales.


Pero, una vez vencido el carlismo, con su apelación a Dios (al Dios más tradicional) y a los fueros como "ley vieja", el rescoldo de aquellas ideas quedó vivo en la sociedad del norte de España, y sobre todo en la vizcaína, y evolucionó, de la mano de unos pocos ideólogos, hacia un nacionalismo ’bizkaitarra’.

Para los primeros nacionalistas, España no es España. Más bien es Castilla. Esa idea es lógica, porque Castilla y Vasconia, desde muchos siglos atrás, habían sido la misma cosa, y es bien sabido que todo movimiento segregacionista se afirma por oposión a los cercanos.

Castilla es mala, débil, perezosa, ’moderna’, anticlerical, proclive a escuchar a los bárbaros extranjeros que traen doctrinas extrañas y demoníacas (marxismo, liberalismo). Bizkaia (la idea de la ’gran Euskadi’ aún no ha nacido) es buena, noble, fuerte, trabajadora, tradicionalista, respetuosa de todas sus tradiciones, profundamente católica.

El nacionalismo de Arana supone un conservadurismo llevado al extremo, maniqueo y reaccionario.


La creciente industrialización que llegó a las costas de Vizcaya durante el siglo XIX y los comienzos del XX, hizo que el movimiento aranista fraguara entre los sectores más conservadores. Frente a tanto cambio, el ser humano tiende a replegarse en lo propio, porque lo nuevo siempre suscita temores e incertidumbres.

El mundo rural vizcaíno, al que pronto se sumó el guipuzcoano, veía con recelo tanta actividad industrial, a la que se fueron incorporando poco a poco, gentes que venían de fuera, de ’Castilla’, con ideas distintas, menos ancladas en el caserío y la tierra.

La nostalgia del idioma ancestral, ya perdido en las zonas más urbanizadas, de las viejas tradiciones y de la fe religiosa sin fisuras; el miedo al liberalismo y a la relajación de costumbres, unidos al rescoldo que había dejado el carlismo y al movimiento romántico que se imponía en toda Europa, con su gusto por la Edad Media y su tendencia a mitificar el pasado, hicieron el resto.

Surgió una pequeña élite nacionalista que supo abrirse paso, poco a poco, en grupos sociales cada vez mayores.

Después, la guerra civil española fue interpretada en clave nacionalista, como una agresión contra Euskadi perpetrada por una potencia extranjera, y la torpe dictadura que se instauró más tarde, como un instrumento del que se valió el Estado Español para suprimir la lengua y las tradiciones vascas.

No obstante, el mundo real seguía avanzando, y el espíritu emprendedor de numerosos vascos, unido a las facilidades que recibían por parte del Estado, permitió que la industria vizcaína creciera más y más durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Oleadas de inmigrantes llegaron desde las zonas rurales de la España interior.

El choque cultural entre los nuevos vascos y los antiguos fue brutal.

El nacionalismo incipiente vio en los recién llegados (’maketos) unos enviados del poder franquista cuyo objetivo era acabar de una vez por todas con la lengua y la tradición vascas. Lo que hasta el momento había sido un movimiento romántico no demasiado extendido, se consolidó y transformó en algo más profundo. Antifranquismo y nacionalismo se conviertieron en una misma cosa, ayudados por un régimen que, más por ignorancia que por voluntad expresa, ahogaba las manifestaciones culturales, lingüísticas y sociales propias de los vascos. Un régimen que, además, no respetaba los derechos humanos más elementales, aplicando una política uniformizante que no entendía de particularismos.

El odio prendió rápidamente y nació ETA.

Los años sesenta supusieron un salto en el vacío para la sociedad vasca. ETA comenzó a matar, y el nacionalismo, incluso el moderado, recibió esas muertes como una muestra del coraje vasco en la lucha contra el tirano franquista. Para cuando Franco murió, ya había decenas de muertos encima de la mesa.

Una nueva democracia se instauró en España. Se aprobó una amnistía que sacó de la cárcel a todos los presos políticos, incluso a los responsables de hechos violentos. Una Constitución de difícil redacción vino a establecer un régimen de Comunidades Autónomas tan avanzado como el del más descentralizado de los Estados Federales de Europa o América.

Pero ya era tarde. Los vascos estaban divididos entre nacionalistas y no nacionalistas, de una forma irreconciliable. La sociedad se había acostumbrado a convivir con ETA y a mirar para otro lado.

Desde entonces hasta ahora, algunas cosas han cambiado. Dos nuevas generaciones han crecido bajo el imperio del conflicto. Conflicto entre vascos, conflicto entre ideas de Euskadi.

Los nacionalistas hicieron crecer, durante los años del franquismo, toda una ensoñación patriótica que poco a poco se ha ido revelando irrealizable: La gran Euskadi, o ’Euskal Herria’ que englobaría los territorios franceses (Iparralde) y los españoles (Egoalde). Nunca será una realidad. ETA lo ha hecho imposible.

Muchos navarros del centro y de los alrededores de Pamplona-Iruña, que siempre se había considerado "vascos de espíritu", y a la vez españoles, ahora reniegan de su vasquidad y se aferran al sentimiento navarro. Quienes pretendían ganar Navarra para el nacionalismo, la han perdido, no sólo para él, sino incluso para un sencillo sentimiento vasco que la propia Constitución reconoce en los navarros.

Los vascos de Francia, salvo para una minoría radicalizada, huyen despavoridos del nacionalismo, al que relacionan con ETA y la extorsión. Elección tras elección se demuestra que el abertzalismo es testimonial al norte de los Pirineos.

Incluso en Álava-Araba, provincia vasca por los cuatro costados, la reacción frente a la violencia y el sectarismo de ETA ha llevado a actitudes de rechazo hacia el modelo de Euskadi que se les quiere trasladar desde las provincias costeras.

En Vizcaya y, sobre todo, en Guipúzcoa, la estrategia de los radicales sí ha triunfado. Núcleos enteros de población, incluso algunos de mediano tamaño, están dominados por el radicalismo. Allí sí ha tenido éxito la idea de una gran Euskadi, al modo de los mapas del tiempo (climático) que aún exhibe EUSKAL TELEBISTA, con sus territorios extendidos a ambos lados de las montañas...

Paradójicamente, la Euskadi que siente así es muy pequeña, apenas compuesta por tres o cuatro comarcas guipuzcoanas, y por un par de zonas de Vizcaya.

Las ciudades, en cambio, se han mostrado cada vez menos radicales y más abiertas al mundo exterior. En lugares como Bilbao o San Sebastián-Donostia se han dado hechos curiosos: la población ha parecido alejarse, al mismo tiempo, del radicalismo violento y del inmovilismo que, durante los últimos años, ha representado el Partido Popular.

Finalmente, a principios del siglo XXI, tenemos una tierra dividida, casi a partes iguales, entre nacionalistas y no nacionalistas.

Pero la división es más profunda, porque afecta a otras esferas: el mundo rural frente al mundo urbano, y unos territorios históricos (provincias) frente a otros.

El mundo rural es básicamente radical (radicalmente vasquista, en el caso de Guipúzcoa, noroeste de Navarra y Vizcaya, y radicalmente antivasquista, en el caso de la ribera alavesa), mientras que las ciudades son moderadas, predominando en ellas un nacionalismo integrador (Bilbao) o un socialismo abierto (San Sebastián).

Unos territorios históricos son profundamente nacionalistas (Guipúzcoa), otros predominantemente no nacionalistas (Álava), y en Navarra, frente a una mayoría nacionalista y radical que predomina en pequeñas zonas, hay una mayoría no nacionalista que se impone cada vez más en el resto del territorio.

Por último, aunque afortunadamente el terrorismo de ETA ya no tiene la fuerza de hace veinte años, es algo que sigue dividiendo profundamente a la sociedad. Subsisten grupúsculos de considerable fuerza que mantienen su adhesión inquebrantable a la actuación de ETA, consiguiendo aún chantajear y amordazar a la mayoría social que se les opone.

En estas condiciones, el futuro de Euskadi dependerá, básicamente, de los acuerdos que los ciudadanos vascos sepan establecer entre ellos. Porque es en el seno de esa sociedad donde radica el problema.

El conflicto de los vascos no es con España, sino consigo mismos. Con su interpretación de la Historia, con sus diferentes maneras de sentir. Sólo encontrando unos moldes jurídicos mínimos que puedan ser aceptados por todos los vascos, podrá llegarse a una solución. Mientras las posiciones de los unos, sistemáticamente, ignoren a los de los otros, no habrá arreglo posible. Mientras los unos enarbolen la Constitución como norma irreformable, y los otros se empeñen en aprobar ’Planes políticos’ como el del ’lehendakari’ Ibarretxe, que sigue sosteniendo la ensoñación de una Euskal Herria que excluye a quienes no son nacionalistas, no habrá salida.

@torres.

18-04-2005, el día después de las elecciones en el PAÍS VASCO.

18-04-2005, el día después de las elecciones en el PAÍS VASCO.

La pérdida de escaños de PNV-EA y la irrupción de EHAK se convirtieron en las dos grandes noticias de la noche electoral en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. La aparición del partido que recoge los votos de la izquierda abertzale aparecía ya de entrada como el factor sorpresa que podía condicionar todos los resultados, pero los 150.188 sufragios ­conseguidos con una infraestructura mínima y sin hacer una campaña al uso­ terminaron por romper todas las quinielas y permiten extraer muchas lecturas.


La más evidente es el fracaso de la política de ilegalización, ya que el nuevo partido había hecho de esta cuestión prácticamente su única bandera electoral, sin presentar más programa que la defensa de todas las opciones pudieran llegar a la Cámara tras el veto impuesto primero a Batasuna y después a Aukera Guztiak.

En segundo lugar, los nueve parlamentarios evidencian el resurgimiento de la izquierda abertzale después de la crisis derivada de la ruptura del proceso de Lizarra-Garazi y que le llevó a tocar fondo el 13 de marzo de 2001. Muestran paralelamente que la propuesta renovada de Anoeta concita un importante apoyo en este sector. Y prueban la cohesión de la izquierda abertzale frente a quienes interpretaban que las siglas de EHAK podían crear recelos a muchos votantes de este espacio.

La izquierda abertzale es la única que sube en votos, ademas del PSE. Euskal Herrialdeetako Alderdi Komunista cosechó ayer 150.188 sufragios frente a los 143.139 de EH hace cuatro años, pero con dos matices muy importantes: por un lado, esta vez tuvo que enfrentarse a una participación notablemente menor (se quedó en un 69% frente al 79% de hace cuatro años); y, por otro, entre medio se ha producido la escisión de Aralar, que ayer ob- tuvo 28.000 apoyos.

La otra cara de la moneda es la de PNV-EA, que se queda en 463.873 votos, muy lejos de los 604.222 acumulados en torno a Juan José Ibarretxe rompiendo todas las marcas en 2001.

En otras palabras, uno de cada cuatro votantes de PNV-EA de hace cuatro años optaron ayer por no acudir a las urnas o pasarse a otras opciones. Es evidente que muchos de los 80.000 votos de la izquierda abertzale que escogieron entonces la papeleta de Ibarretxe ayer retornaron a su espacio natural de procedencia. Falta ver ahora la lectura que hará de ello la coalición, y especialmente el PNV, y si ello conlleva alguna modificación de su estrategia.

El resultado, en cualquier caso, resulta coherente con la trayectoria histórica de estos dos partidos. Lo realmente inhabitual fue lo ocurrido en 2001. La coalición se sitúa en un porcentaje de voto del 38% sobre el total emitido, que supone la media del logrado en la última década y media. Tiene más votos que en 1994, por ejemplo, y los mismos que en 1998, en los comicios post-Lizarra-Garazi.


La otra pata del tripartito, EB, obtuvo también menos votos de los que se preveía. Pierde casi 14.000 votos, lo que supera la cota de merma que cabe imputar a la mayor abstención. EBnunca había tenido tan pocos votos en estas convocatorias (93.000 en 1990, 108.000 en 1994, 71.000 en 1998, y 78.000 en 2001). Queda claro que la participación de Javier Madrazo en el Gobierno de Lakua no ha traído a Ezker Batua ningún empujón añadido.

Aralar es la otra formación que comparecerá por primera vez en la Cámara de Gasteiz junto a EHAK, pero esta vez con únicamente una parlamentaria, la lograda en Gipuzkoa. En Bizkaia y Araba no tuvo opción alguna. Y en términos totales el partido de Patxi Zabaleta no ha logrado un despegue significativo en estos comicios, los primeros de este tipo a los que comparecía. Sus 28.0001 votos doblan casi a los logrados en las elecciones europeas, pero no se acercan siquiera a los de las estatales de 2004, cuando concurrió en compañía de Zutik, que esta vez se ha desentendido.

El panorama de la gobernabilidad queda en términos más o menos similares a los de hace cuatro años, pero con mayores distancias. Salvo que se produjera un vuelco en la política de alianzas por parte de PNV-EA (los sectores más proclives a un acercamiento al PSE pueden plantear algún tipo de batalla a Ibarretxe), la reedición del tripartito se presume como la fórmula más viable. Esa era la apuesta expresa de la coalición durante toda la campaña.


Sin embargo, en esta ocasión el triunvirato dispondrá de un volumen de escaños más precario. Ya no le faltan dos escaños para alcanzar la mayoría absoluta, sino seis. Aralar podría convertirse en un apoyo añadido, pero el voto de Aintzane Ezenarro sería una ayuda muy escasa. EHAK tendrá, pues, la deseada llave que abriría las puertas de la mayoría al tripartito si se apuesta por repetir esta opción. Pero antes hay otro problema: la investidura del nuevo lehendakari.

Se da la circunstancia de que PP y PSOE suman 33 escaños, que son justo los mismos conformados por la presumible entente de PNV-EA-EB-Aralar. Así, en el trámite para nombrar lehendakari se aventura un empate técnico entre Juan José Ibarretxe y Patxi López, el candidato del PSE a quien el PP ya ha anunciado que prestará sus votos incondicionalmente. A los nueve parlamentarios de EHAK les tocará tomar la decisión final. Todo ello siempre que no haya ningún movimiento extraño que ya ha sido descartado de forma expresa por los candidatos: por ejemplo, por Patxi López al afirmar que no será vicelehendakari de Juan José Ibarretxe en ningún caso.

Ante tal panorama, resultó muy significativo que durante la noche de ayer ninguno de los partidos quisiera abordar el debate, y apostara por dar tiempo a un análisis detallado de la situación. Quienes hablaron de acuerdos, además, lo hicieron remarcando que no se deberían limitar a decidir el futuro gobierno, sino que deberían dar pasos hacia la resolución del conflicto a través de la democracia y la paz (como afirmó Arnaldo Otegi en la celebración de la izquierda abertzale) o hacia la «normalización política definitiva» (en palabras de Juan José Ibarretxe). Begoña Errazti (EA)o Javier Madrazo (EB)incidieron en lo mismo. A partir de hoy empezarán a sonar los teléfonos.

@torres.

Constatación del fracaso del Plan Ibarretxe.

Constatación del fracaso del Plan Ibarretxe.

El resultado de las elecciones al Parlamento Vasco, celebradas ayer, demuestra el fracaso del plan Ibarretxe como elemento de enganche del nacionalismo gobernante, dispersa el voto abertzale y permite recuperar posiciones a las formaciones no-nacionalistas. El resultado de las mismas obliga al entendimiento pero, al mismo tiempo, complica la gobernabilidad del país. Frente a la excepcional participación de 2001, la menor afluencia de votantes ayer acabó favoreciendo a una izquierda abertzale revitalizada con la aparición de las siglas EHAK.

El lehendakari Ibarretxe, disolvió la Cámara vasca tras recibir la rotunda negativa de las Cortes Generales a la tramitación de su plan. Es cierto que durante la campaña, Ibarretxe y su partido han mantenido el proyecto de nuevo estatuto para Euskadi en un segundo plano de su mensaje, oculto tras su llamamiento a reunir los votos suficientes para obligar a negociar a Zapatero y a Rajoy. Pero de igual forma que la victoria de 2001 le permitió a Ibarretxe interpretarla como un mandato para la elaboración y tramitación de su plan, parece evidente que los resultados de ayer desautorizan lo anunciado por Ibarretxe respecto a sus propósitos inmediatos. El hecho de que tras forzar al límite los esfuerzos por sacar adelante el plan, Ibarretxe haya obtenido tan exigua renta es el reflejo de dos hechos evidentes: dentro de la comunidad nacionalista han sido las posturas más independentistas las que han capitalizado la efervescencia soberanista, mientras que la actitud supuestamente negociadora del lehendakari no ha cuajado ni un ápice entre los electores no nacionalistas. La fingida centralidad de la que el lehendakari Ibarretxe ha venido haciendo gala ha mostrado su fragilidad, hasta el punto de que resultaría absurdo que él y su partido se empecinaran en atarse a un proyecto naufragado por miedo al vacío.

La situación política resultante se atomiza en la medida en que a las seis opciones electorales que logran representación, y a la luz del propio resultado obtenido, habría que sumarle la actitud que vaya a mantener Eusko Alkartasuna. Pero, además, la decepción que el escrutinio ha debido suscitar en el seno del PNV reabrirá el debate interno. En 2001 la coalición PNV-EA optó por un compañero -Ezker Batua- conformando una alianza tripartita que el propio lehendakari Ibarretxe convirtió en su opción de futuro. Esa opción, que a lo largo de la pasada legislatura y con 36 escaños, resultó insuficiente para garantizar una gobernabilidad estable ha pasado a sumar 32, convirtiéndose en una solución caótica para el gobierno de Euskadi. Ibarretxe, como candidato a lehendakari de la primera fuerza política, deberá asumir el cometido de entablar las negociaciones para la formación del próximo gobierno. Pero el escenario de esa negociación es tan distinto al que él se imaginaba previamente que incluso ha podido erosionar su liderazgo respecto a su partido y a la coalición con EA.

La irrupción de la izquierda abertzale en el Parlamento vasco mediante un procedimiento que sortea los requisitos de la Ley de Partidos constituye una noticia dolorosa, especialmente para quienes de forma más directa han sufrido y continúan padeciendo los efectos del acoso terrorista, e implica un motivo de preocupación en lo que puede representar un factor de recuperación anímica de la trama que rodea al terrorismo etarra. Sin embargo, todo ello no puede negar la otra evidencia: la existencia en Euskadi de 150.000 personas dispuestas a secundar el discurso de la izquierda abertzale, mientras se muestran entre satisfechas e indiferentes respecto al daño que en vidas y en libertad viene causando ETA.

La sociedad vasca y el conjunto de la sociedad española necesitan que las instituciones de Euskadi regresen a la normalidad. Es imprescindible que el País Vasco se dote de una mayoría de gobierno suficiente que cuente con el respaldo necesario para administrar los recursos legales y materiales de la autonomía. Junto a ello, los resultados invitan y obligan a restablecer cauces de entendimiento y consenso que, desde la renuncia a posiciones unilaterales y a la amortización soberanista del Estatuto, exploten las potencialidades que encierra éste. El PNV ha salido de las urnas como el partido llamado a iniciar las gestiones que garanticen la gobernabilidad de Euskadi. Pero es evidente que el escrutinio le obliga a revisar y corregir el rumbo que adoptó hace ya siete años. La opinión pública vasca y el resto de las fuerzas democráticas pueden respetar un tiempo de ’impasse’ para ver hacia dónde encamina sus pasos el PNV. Pero el partido de Imaz e Ibarretxe, de Egibar y Arzalluz no podrá esperar compresión alguna si trata de soslayar las evidencias electorales y continúa por la vía del soberanismo como si aquí no hubiese pasado nada.


@torres.